Las posibilidades de sobrevivir son muy reducidas, pero ella lo ha logrado. La niña de 10 años que contrajo en la piscina pública climatizada de Torrijos (Toledo) la ameba comecerebros ha logrado reponerse al primer caso registrado en España de la meningitis amebiana primaria (MAP), una enfermedad mortal en el 97% de los casos, de la que apenas hay una docena de supervivientes en el mundo. La Naegleria fowleri, también llamada ameba comecerebros, es la causante de esta rara dolencia de la que la literatura científica recoge menos de 400 casos.
Este protozoo es una de las llamadas “amebas de vida libre”, que están en el ambiente sin causar ningún daño al ser humano. Sin embargo, cuando prolifera en aguas cálidas, estancadas y sin tratar, puede causar infecciones letales “al llegar al cerebro a través de los nervios olfativos tras introducirse por la nariz durante el baño”, precisa Jacob Lorenzo-Morales, que dirige el laboratorio sobre estos protozoos en el Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias.
El caso ha provocado estupor entre médicos y responsables sanitarios porque la piscina pública climatizada cumplía los niveles de cloro y temperatura considerados seguros. “Es un caso absolutamente excepcional, aún bajo estudio y pendiente de publicar en revistas científicas”, afirma el director general de Salud Pública de la Junta de Castilla-La Mancha, Manuel Tordera. “Cuando acaben las investigaciones, veremos qué medidas adoptar. Quizá haya que modificar la normativa de mantenimiento de estas instalaciones, pero ahora hay que decir a la población que esté tranquila. La piscina está cerrada y el riesgo es nulo”, añade.
La niña ingresó a finales de marzo en el hospital público Virgen de la Salud de Toledo con síntomas de meningitis: dolor intenso de cabeza, fiebre y rigidez de cuello. Los primeros análisis descartaron un origen vírico o bacteriano y los médicos se enfrentaron al reto de identificar un patógeno desconocido en España. Lo lograron en colaboración con el Centro Nacional de Microbiología (CNM) en un difícil proceso en el que también participó el Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias, de la Universidad de La Laguna, de referencia en este campo. “Son pruebas muy complejas, que requieren muestras adecuadas con amebas viables, experiencia en este tipo de cultivos, pruebas moleculares... Ha sido la primera vez que identificamos Naegleria fowleri en un caso humano y ha supuesto todo un reto”, admite Isabel de Fuentes Corripio, jefa de unidad en el CNM.
Los pediatras del hospital aplicaron el tratamiento de primera elección según la literatura científica: la anfotericina B. Esta molécula, antibiótico y antifúngico administrado por vía endovenosa e itratecal —punción directa al cerebro—, ha sido eficaz en algunos enfermos, aunque el escaso número de casos documentados hace que su uso sea aún experimental y no esté libre de importantes efectos secundarios. El hospital ha declinado ofrecer más detalles. Los facultativos están completando la investigación y la menor sigue bajo control por la posibilidad de que sufra secuelas.
El diagnóstico “fue una sorpresa mayúscula que obligó a abrir todas las líneas de investigación hasta llegar al foco del contagio”, admite Manuel Tordera. El estudio de contactos —que rastrea la vida de un enfermo en las últimas semanas— reveló que la niña acudía semanalmente a la piscina. “Tomamos muestras del agua y los análisis confirmaron la presencia de la ameba en la pileta pequeña y en la grande”, añade.
La Naegleria fowleri fue descubierta en el sur de Australia en 1965, aunque en los últimos años también ha sido identificada en países de América, África y Europa. Aunque aún queda mucho por descubrir sobre la Naegleria fowleri, se sabe que afecta principalmente a niños y también adultos jóvenes. La ameba se adhiere a las mucosas nasales y, tras ascender por los nervios olfativos, alcanza el cerebro. Allí “secreta unas enzimas que degradan los tejidos, provocando primero letargia y dolor de cabeza que luego progresa a convulsiones, parálisis y muerte”, concluye Lorenzo-Morales.
Este protozoo es una de las llamadas “amebas de vida libre”, que están en el ambiente sin causar ningún daño al ser humano. Sin embargo, cuando prolifera en aguas cálidas, estancadas y sin tratar, puede causar infecciones letales “al llegar al cerebro a través de los nervios olfativos tras introducirse por la nariz durante el baño”, precisa Jacob Lorenzo-Morales, que dirige el laboratorio sobre estos protozoos en el Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias.
Los pediatras del hospital aplicaron el tratamiento de primera elección según la literatura científica: la anfotericina B. Esta molécula, antibiótico y antifúngico administrado por vía endovenosa e itratecal —punción directa al cerebro—, ha sido eficaz en algunos enfermos, aunque el escaso número de casos documentados hace que su uso sea aún experimental y no esté libre de importantes efectos secundarios. El hospital ha declinado ofrecer más detalles. Los facultativos están completando la investigación y la menor sigue bajo control por la posibilidad de que sufra secuelas.
Fuente: El País
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