Con los datos del estudio Seniors-ENRICA, que coordina la Universidad Autónoma de Madrid, un equipo de investigadores examinó la asociación entre el consumo de azúcares añadidos y el desarrollo de fragilidad en personas mayores. Este síndrome ha despertado mucho interés en las últimas décadas por tres motivos fundamentales.
Los azucares son un tipo de glúcidos, los monosacáridos, y son dulces, solubles, cristalizables y no hidrolizables.
Estudios previos habían asociado el consumo dietético de bebidas azucaradas y de azúcares añadidos con mayor frecuencia de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Se sabe que la dieta influye en el desarrollo del síndrome de fragilidad, pero se desconocía el papel específico que desarrollan los azúcares añadidos (en su mayoría azúcares simples) en la aparición de este síndrome.
Los resultados mostraron que los participantes que consumían más de 36 gramos al día de azucares añadidos desarrollaban el síndrome de fragilidad con mayor frecuencia –más del doble – que aquellos que consumían menos de 15 gramos al día.
La fragilidad se definió como la presencia de 3 de los siguientes 5 criterios de Fried: agotamiento, baja actividad física, velocidad de marcha lenta, pérdida de peso involuntaria y la debilidad muscular en cuánto a la fuerza de agarre.
Los componentes del síndrome de fragilidad más relacionados con el consumo de azúcares añadidos fueron la baja actividad física y la pérdida de peso no intencional. Curiosamente, esta asociación se observó al estudiar los azucares añadidos por la manipulación o procesado de los alimentos, pero no se observó al estudiar los azucares simples presentes de forma natural en los alimentos.
En conclusión, un mayor consumo de alimentos con azúcares agregados podría ser un marcador de estilo de vida y patrones de alimentación deficientes, que se asocian con deterioro físico y fragilidad. Observamos que la asociación no es con la cantidad de azúcares consumidos, sino con la cantidad de azúcares consumidos de los alimentos que asumimos como azúcares adicionales. Además, la cantidad de esos alimentos consumidos se asoció con fragilidad. Debido a que la asociación con el azúcar de mesa no fue la misma que con los azúcares agregados durante la producción de alimentos, suponemos que un patrón dietético con alimentos predominantemente procesados es el problema de los azúcares agregados.
Fuentes: SINC, The American Journal of Clinical Nutrition
Los azucares son un tipo de glúcidos, los monosacáridos, y son dulces, solubles, cristalizables y no hidrolizables.
Estudios previos habían asociado el consumo dietético de bebidas azucaradas y de azúcares añadidos con mayor frecuencia de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Se sabe que la dieta influye en el desarrollo del síndrome de fragilidad, pero se desconocía el papel específico que desarrollan los azúcares añadidos (en su mayoría azúcares simples) en la aparición de este síndrome.
Los resultados mostraron que los participantes que consumían más de 36 gramos al día de azucares añadidos desarrollaban el síndrome de fragilidad con mayor frecuencia –más del doble – que aquellos que consumían menos de 15 gramos al día.
La fragilidad se definió como la presencia de 3 de los siguientes 5 criterios de Fried: agotamiento, baja actividad física, velocidad de marcha lenta, pérdida de peso involuntaria y la debilidad muscular en cuánto a la fuerza de agarre.
Los componentes del síndrome de fragilidad más relacionados con el consumo de azúcares añadidos fueron la baja actividad física y la pérdida de peso no intencional. Curiosamente, esta asociación se observó al estudiar los azucares añadidos por la manipulación o procesado de los alimentos, pero no se observó al estudiar los azucares simples presentes de forma natural en los alimentos.
En conclusión, un mayor consumo de alimentos con azúcares agregados podría ser un marcador de estilo de vida y patrones de alimentación deficientes, que se asocian con deterioro físico y fragilidad. Observamos que la asociación no es con la cantidad de azúcares consumidos, sino con la cantidad de azúcares consumidos de los alimentos que asumimos como azúcares adicionales. Además, la cantidad de esos alimentos consumidos se asoció con fragilidad. Debido a que la asociación con el azúcar de mesa no fue la misma que con los azúcares agregados durante la producción de alimentos, suponemos que un patrón dietético con alimentos predominantemente procesados es el problema de los azúcares agregados.
Fuentes: SINC, The American Journal of Clinical Nutrition
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