Aunque el cerebro represente menos del 2% del peso corporal, gasta aproximadamente un 20% de la glucosa que consumimos.
Químicamente es uno de los órganos que presenta exigencias energéticas y metabólicas más altas. Esto se debe a que el cerebro de las personas es el centro de control de todo el organismo por lo que se encarga de dar órdenes con rapidez para sintetizar y liberar neurotransmisores mediante los cuales se comunican millones de neuronas. Esta es la razón de que necesite oxígeno y glucosa, que es el principal combustible energético debido a su efectividad y rapidez.
Sin embargo, la publicidad ha conseguido hacer creer a las personas que el azúcar es necesario como fuente indispensable de energía, principalmente para el cerebro. Además, no hace distinción entre los distintos tipos de azúcar, ni especifica si se tratan de azúcares añadidos o azúcares naturales presentes en los alimentos.
El azúcar utilizado por la industria es sacarosa pura y se extrae del azúcar de caña o de la remolacha. Por el contrario, el azúcar que sí necesita el cuerpo, y por tanto el cerebro, es el que está presente en todos los alimentos de origen vegetal sin excesivo procesamiento, como el que se encuentra en las frutas, frutos secos, hortalizas, semillas o tubérculos entre otros. En todos estos alimentos el azúcar se encuentra en forma de fructosa, glucosa, lactosa y sacarosa rodeadas de estructuras vegetales como la pectina, lignina y hemicelulosa que modulan el incremento de los niveles de glucosa en sangre (glucemia) de manera fisiológica.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece en un documento oficial la cifra límite de ingesta de azúcares libres recomendada. A pesar de esto son muchas las personas, y entre ellos los niños, que superan los valores recomendados de niveles de azúcares diarios llegando a desarrollar a largo plazo enfermedades como obesidad, diabetes tipo 2, demencia o Alzheimer (uno de los signos más tempranos de esta enfermedad es la reducción del metabolismo de la glucosa cerebral).
Fuentes: El Intransigente.com, Consumer
Químicamente es uno de los órganos que presenta exigencias energéticas y metabólicas más altas. Esto se debe a que el cerebro de las personas es el centro de control de todo el organismo por lo que se encarga de dar órdenes con rapidez para sintetizar y liberar neurotransmisores mediante los cuales se comunican millones de neuronas. Esta es la razón de que necesite oxígeno y glucosa, que es el principal combustible energético debido a su efectividad y rapidez.
Sin embargo, la publicidad ha conseguido hacer creer a las personas que el azúcar es necesario como fuente indispensable de energía, principalmente para el cerebro. Además, no hace distinción entre los distintos tipos de azúcar, ni especifica si se tratan de azúcares añadidos o azúcares naturales presentes en los alimentos.
El azúcar utilizado por la industria es sacarosa pura y se extrae del azúcar de caña o de la remolacha. Por el contrario, el azúcar que sí necesita el cuerpo, y por tanto el cerebro, es el que está presente en todos los alimentos de origen vegetal sin excesivo procesamiento, como el que se encuentra en las frutas, frutos secos, hortalizas, semillas o tubérculos entre otros. En todos estos alimentos el azúcar se encuentra en forma de fructosa, glucosa, lactosa y sacarosa rodeadas de estructuras vegetales como la pectina, lignina y hemicelulosa que modulan el incremento de los niveles de glucosa en sangre (glucemia) de manera fisiológica.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece en un documento oficial la cifra límite de ingesta de azúcares libres recomendada. A pesar de esto son muchas las personas, y entre ellos los niños, que superan los valores recomendados de niveles de azúcares diarios llegando a desarrollar a largo plazo enfermedades como obesidad, diabetes tipo 2, demencia o Alzheimer (uno de los signos más tempranos de esta enfermedad es la reducción del metabolismo de la glucosa cerebral).
Fuentes: El Intransigente.com, Consumer
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