En 1977, un comité del Senado de EE. UU. desarrolló un informe en el que se recomendaba reducir el consumo de grasas saturadas, elevar la ingesta de hidratos de carbono y reducir la cantidad de calorías consumida.
La Asociación Médica Estadounidense advirtió de la falta de pruebas que apoyasen estas recomendaciones universales, pero aún así, el documento marcó una tendencia en los consejos nutricionales durante los años siguientes.
En 1991, el Departamento de Salud y Servicios Humanos llegó a pedir a la industria alimentaria la introducción de nuevos productos procesados con contenidos reducidos de grasas y grasas saturadas.
El plan del Gobierno tuvo éxito convenciendo a los ciudadanos de que siguiesen sus recomendaciones, pero las personas con diabetes y obesidad aumentaron sin parar llegando a provocar recientemente una reducción en la esperanza de vida inédita en el país.
El debate sobre el peso que las grasas y los hidratos deben tener en la dieta ha continuado muchos años. Uno de sus últimos avances ha sido la publicación en la revista británica The Lancet, en 2017, un trabajo en el que se preguntó a 135.335 personas de 18 países sobre sus hábitos alimenticios para agruparlos según la cantidad de carbohidratos, grasas y proteínas que consumían.
Después de investigarles durante siete años, observaron que los que tomaban más grasa (el 35% de sus calorías diarias) tenían un 23% menos de probabilidades de haber muerto en el periodo del estudio que los que solo obtenían de las grasas el 10% de sus calorías diarias.
Por el contrario, los que obtenían la mayor cantidad de energía de los hidratos (el 77% de las calorías diarias) tenían un 28% más de probabilidades de haber muerto que los que solo cubrían con ellos el 46% de las calorías diarias. En conclusión, que si se quiere vivir más es probable que sea mejor incrementar el consumo de grasa y reducir el de hidratos de carbono.
Esta semana, varios investigadores entre los más prestigiosos de su campo han publicado un artículo en la revista Science de América, en el que tratan de buscar puntos de acuerdo sobre qué es un consumo adecuado de grasas e hidratos. Pese a que tienen distintos puntos de visto, están de acuerdo en que lo importante, más que los porcentajes de grasas o hidratos que se consuman, es la calidad de estos nutrientes.
Los responsables del trabajo concluyen que, además de averiguar con precisión qué dietas pueden funcionar mejor en cada caso, será necesario observar si es posible que un individuo siga a largo plazo una dieta prescrita si su entorno no lo facilita.
Martínez-González, epidemiólogo experto en nutrición de la Universidad de Navarra y autor del libro Salud a ciencia cierta (Ed. Planeta),cree que para mejorar los resultados será necesario un movimiento en dos direcciones. Por un lado, medidas estructurales, como limitar los tamaños gigantes en los restaurantes y proporcionar agua del grifo gratis o poner impuestos a las bebidas azucaradas con un movimiento social de concienciación para que los individuos actúen con responsabilidad.
Fuente: El País, El Confidencial.
Por el contrario, los que obtenían la mayor cantidad de energía de los hidratos (el 77% de las calorías diarias) tenían un 28% más de probabilidades de haber muerto que los que solo cubrían con ellos el 46% de las calorías diarias. En conclusión, que si se quiere vivir más es probable que sea mejor incrementar el consumo de grasa y reducir el de hidratos de carbono.
Esta semana, varios investigadores entre los más prestigiosos de su campo han publicado un artículo en la revista Science de América, en el que tratan de buscar puntos de acuerdo sobre qué es un consumo adecuado de grasas e hidratos. Pese a que tienen distintos puntos de visto, están de acuerdo en que lo importante, más que los porcentajes de grasas o hidratos que se consuman, es la calidad de estos nutrientes.
Los responsables del trabajo concluyen que, además de averiguar con precisión qué dietas pueden funcionar mejor en cada caso, será necesario observar si es posible que un individuo siga a largo plazo una dieta prescrita si su entorno no lo facilita.
Martínez-González, epidemiólogo experto en nutrición de la Universidad de Navarra y autor del libro Salud a ciencia cierta (Ed. Planeta),cree que para mejorar los resultados será necesario un movimiento en dos direcciones. Por un lado, medidas estructurales, como limitar los tamaños gigantes en los restaurantes y proporcionar agua del grifo gratis o poner impuestos a las bebidas azucaradas con un movimiento social de concienciación para que los individuos actúen con responsabilidad.
Fuente: El País, El Confidencial.
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