¿QUÉ DIFICULTA LA METABOLIZACIÓN DE LÍPIDOS?

Hasta hace unos años se pensaba que lo más perjudicial para el hígado era el alcohol. Pero la ciencia ha podido confirmar la estrecha relación que existe entre el daño hepático y el consumo de glucosa y fructosa. El primer estudio que demostró esto se publicó en 1949, el cual estaba dirigido por el Dr.C.H.Best. Hasta los años 80 no se realizaron nuevas investigaciones sobre ello y corroboraron los hallazgos del Dr. Best.

Actualmente no hay consenso pleno al respecto, pero sí suficientes evidencias como para hablar con certeza de la relación entre daño hepático y consumo de azúcares. Así lo pone de manifiesto el estudio realizado por expertos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard (EE.UU) y donde han participado investigadores del CIBER de Obesidad y Nutrición (CIBEROBN), adscritos al Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona (IBUB).

El propósito del proyecto, publicado en la revista Cell Metabolism, ha consistido en analizar la relación de las bebidas azucaradas con la fructosa y la dieta alta en grasas debido a que los menús servidos en restaurantes de comida rápida y basura, a menudo compaginan estos elementos.

Dolors Serra y Laura Herrero, del CIBER de Obesidad y Nutrición (CIBEROBN), adscrito al Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona (IBUB), son las dos investigadoras participantes en este  estudio. «La evidencia anecdótica sugería que la ingesta combinada de estos alimentos conducía a peores resultados de salud pero se desconocía el mecanismo por el cual esto podía ser cierto», han comentado las investigadoras españolas Dolors Serra y Laura Herrero.

La fructosa es descrita como un azúcar simple que se encuentra en las frutas y, además, uno de los edulcorantes más comunes en la industria alimentaria. Este azúcar genera unos efectos que no presentan otros azúcares parecidos, como la glucosa. En este proyecto, los expertos compararon los efectos de estos dos azúcares, que son los más consumidos, en grupos de ratones sometidos a seis dietas diferentes: comida regular, comida con mucha fructosa, comida con mucha glucosa, dieta alta en grasas, dieta alta en grasas con mucha de fructosa y dieta alta en grasas mucha glucosa.

Para establecer el efecto de cada una de las dietas analizaron diferentes marcadores de hígado graso,  como los niveles de acilcarnitinas, que se producen cuando el hígado quema grasas. En este estudio, los niveles de éstas fueron más elevados en los animales que tenían una dieta alta en grasas y fructosa.

Los científicos también monitorizaron la actividad de la enzima CPT1, clave en la quema de grasas. En las dieta abundantes en grasas y fructosa los investigadores pudieron observar que los niveles de CPT1 eran bajos al igual que su actividad, poniendo de manifiesto que las mitocondrias no funcionaban correctamente. Estos descubrimientos, junto a otros marcadores estudiados, demostraron que las dietas altas en grasas y fructosa dañan las mitocondrias y hacen que el hígado sintetice y almacene grasa en lugar de quemarla.

Los expertos también han observado que la ingesta de bebidas endulzadas con fructosa en una dieta alta en grasas lleva a una menor utilización de la grasa en las células del hígado. Esto se debe a la mayor tendencia de la fructosa a estimular la formación de nuevas grasas en el hígado debido a que un intermediario en la síntesis de grasas desactiva la oxidación de éstas.

Los investigadores han descubierto que la fructosa, a través de la cetohexocinasa (enzima involucrada en su metabolismo), suprime la expresión de otros genes involucrados en la oxidación de las grasas. Por otro lado, han descubierto que la suplementación con fructosa deteriora la función mitocondrial.

Por último, los científicos también han podido constatar que la fructosa modifica las proteínas involucradas en la oxidación de las grasas. Esto representa un nuevo mecanismo por el cual el azúcar modifica la oxidación de las grasas.

Fuente: El Independiente, Redacción médica

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