EL ANTICOAGULANTE, LA ESPERANZA CONTRA EL ALZHÉIMER


El alzhéimer es una enfermedad mental progresiva que se caracteriza por una degeneración de las células nerviosas del cerebro y una disminución de la masa cerebral; las manifestaciones básicas son la pérdida de memoria, la desorientación temporal y espacial y el deterioro intelectual y personal. Ésta enfermedad consta de 5 fases, desde la más baja hasta la más desarrollada. Según la CEAFA más de 1,2 millones de personas sufren esta enfermedad en España; y 30 millones en el mundo. Lo más sorprendente es que todavía no existe ningún tratamiento para frenarla y mucho menos para hacer que remita.

Pues bien; en 2015, Marta Cortés (neurocientífica), puso en práctica un experimento con ratones. El equipo de Cortés constaba con 25 ratones (procedentes de la Universidad de Rockefeller), la mitad de ellos eran transgénicos, es decir, con dos mutaciones humanas introducidas en sus genes. El equipo de Cortés alimentó durante un año a la mitad de estos ratones con pienso con un anticoagulante y puso a prueba su memoria con el siguiente experimento: un tablero circular con 20 agujeros, 19 de ellos cerrados y el restante conectado con una caja oscura. Durante 7 días, los ratones aprendieron a utilizar el agujero de la caja como refugio para huir de la intensa luz del exterior. Pero, a medida que pasaban los meses, los roedores con las dos mutaciones humanas asociadas al alzhéimer olvidaban la vía de escape, exceptuando a los que se habían alimentado con el pienso con anticoagulante.


Cortés, ahora en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), cree que ha encontrado “un posible tratamiento para la enfermedad”. Su trabajo se ha publicado en la revista del Colegio Estadounidense de Cardiología, dirigida por el español Valentín Fuster, coautor de la investigación y director del CNIC.

La comunidad científica ha destacado el papel de dos proteínas en el alzhéimer: la beta amiloide, que se acumula entre las neuronas, y la tau, que forma ovillos en el cerebro.

El equipo del CNIC ha utilizado dabigatrán, un fármaco oral que causa menos hemorragias indeseadas que otros anticoagulantes. El tratamiento con 365 días de dabigatrán disminuye un 30% la inflamación cerebral y hasta un 50% las formas más tóxicas de la beta amiloide en los ratones. Una de las hipótesis es que el anticoagulante mejore la circulación cerebral al evitar microtrombos que dificulten la llegada de oxígeno y nutrientes al cerebro de pacientes con alzhéimer.

Cortés y Fuster reconocen que hay 150 tipos diferentes de ratones modificados genéticamente para intentar imitar el alzhéimer humano. Lo que funciona en un roedor puede no funcionar en los demás modelos, y mucho menos en las personas. Por esta razón es un trabajo prometedor pero preliminar.

Ahora el nuevo propósito del equipo de Fuster y Cortés es hacer el mismo experimento pero con el conejo; para poder obtener una herramienta capaz de identificar a los pacientes con estado procoagulante que podrían beneficiarse de esta terapia.

Mientras tanto, hasta que la ciencia avance en sus estudios contra el alzhéimer, buscando soluciones y descubriendo el causante de su aparición, el cardiólogo Valentín Fuster recomienda controlar los factores de riesgo compartidos por el alzhéimer y las enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión, la diabetes, el colesterol y el tabaquismo.

Fuentes: El País, El Mundo.


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