Aunque no lo parezca, dormir mal provoca muchos aspectos negativos en nuestras vidas, como por ejemplo el cansancio o la falta de concentración. Todo esto puede generar graves consecuencias en un futuro. Actualmente existen dos estudios que relacionan el insomnio con el desarrollo de esta enfermedad neurodegenerativa llamada alzhéimer que se manifiesta como deterioro cognitivo y trastornos conductuales.
El estudio de la Fundación Pasqual Margall (especializada en la investigación del alzhéimer), ha encontrado que las personas que padecen insomnio presentan modificaciones en algunas partes del cerebro que coinciden con las afectadas en etapas tempranas del alzhéimer.
Para realizar este estudio se contó con un total de 1683 personas, de las cuales 615 tenían insomnio. Éstos con trastornos del sueño tenían menor volumen en ciertas regiones cerebrales; estas zonas es donde se acumula el daño neurológico en las primeras etapas del alzhéimer. Por otra parte, los investigadores también encontraron que los efectos del insomnio estaban potenciados en los portadores de la variante genética APOE-ε4 el que confiere un riesgo más elevado de padecer alzhéimer.
Otro estudio sueco, publicado en Neurology (una revista científica), reunió a 15 hombres completamente sanos de 22 años de media. El estudio se dividió en dos fases; en la primera, se les dejó dormir con normalidad durante dos noches. En la segunda, les dejaron dormir bien solo la primera noche, en la segunda se les privó del sueño. Tras esa noche, los niveles de beta-amiloide aumentaron entre un 25% y un 30%, y los niveles de tau en sangre aumentaron un 17% frente al 2% de cuando durmieron con normalidad. Con estos cambios, es evidente que la pérdida de sueño tiene efectos perjudiciales en el cerebro, incluso en individuos más jóvenes.
Albert Lleó (director de la Unidad de Memoria del Servicio de Neurología del Hospital Sant Pau de Barcelona) opina que los dos estudios demuestran que el insomnio produce alteraciones biológicas, uno a nivel de estructura cerebral y otro a través de análisis de sangre. El equipo de Lleó ha participado en estudios donde constataron que la alteración del sueño es muy común en personas con síndrome de Down, un colectivo especialmente vulnerable al alzhéimer: el 70% de ellos padece esta dolencia a los 60 años aproximadamente.
Durante el sueño se activan mecanismos que ayudan a limpiar la basura del metabolismo cerebral, pero que durante la vigilia aumenta la producción de beta-amiloide y tau. Sin embargo, los investigadores coinciden en que faltan muchas preguntas por responder, como el nivel real de influencia de los trastornos del sueño, el papel de la inflamación en la asociación indomnio-alzhéimer y la acción directa de estas proteínas. Una cosa está clara, acumular tau en el cerebro no es nada bueno. En la enfermedad neurológica, la acumulación de tau se interpreta como daño neuronal. ''De momento, todavía nos falta entender la fisiología de estas proteínas y los cambios que experimentan en el sueño-vigilia" dijo Lleó.
Fuentes: El País, La Vanguardia
El estudio de la Fundación Pasqual Margall (especializada en la investigación del alzhéimer), ha encontrado que las personas que padecen insomnio presentan modificaciones en algunas partes del cerebro que coinciden con las afectadas en etapas tempranas del alzhéimer.
Para realizar este estudio se contó con un total de 1683 personas, de las cuales 615 tenían insomnio. Éstos con trastornos del sueño tenían menor volumen en ciertas regiones cerebrales; estas zonas es donde se acumula el daño neurológico en las primeras etapas del alzhéimer. Por otra parte, los investigadores también encontraron que los efectos del insomnio estaban potenciados en los portadores de la variante genética APOE-ε4 el que confiere un riesgo más elevado de padecer alzhéimer.
Otro estudio sueco, publicado en Neurology (una revista científica), reunió a 15 hombres completamente sanos de 22 años de media. El estudio se dividió en dos fases; en la primera, se les dejó dormir con normalidad durante dos noches. En la segunda, les dejaron dormir bien solo la primera noche, en la segunda se les privó del sueño. Tras esa noche, los niveles de beta-amiloide aumentaron entre un 25% y un 30%, y los niveles de tau en sangre aumentaron un 17% frente al 2% de cuando durmieron con normalidad. Con estos cambios, es evidente que la pérdida de sueño tiene efectos perjudiciales en el cerebro, incluso en individuos más jóvenes.
Albert Lleó (director de la Unidad de Memoria del Servicio de Neurología del Hospital Sant Pau de Barcelona) opina que los dos estudios demuestran que el insomnio produce alteraciones biológicas, uno a nivel de estructura cerebral y otro a través de análisis de sangre. El equipo de Lleó ha participado en estudios donde constataron que la alteración del sueño es muy común en personas con síndrome de Down, un colectivo especialmente vulnerable al alzhéimer: el 70% de ellos padece esta dolencia a los 60 años aproximadamente.
Durante el sueño se activan mecanismos que ayudan a limpiar la basura del metabolismo cerebral, pero que durante la vigilia aumenta la producción de beta-amiloide y tau. Sin embargo, los investigadores coinciden en que faltan muchas preguntas por responder, como el nivel real de influencia de los trastornos del sueño, el papel de la inflamación en la asociación indomnio-alzhéimer y la acción directa de estas proteínas. Una cosa está clara, acumular tau en el cerebro no es nada bueno. En la enfermedad neurológica, la acumulación de tau se interpreta como daño neuronal. ''De momento, todavía nos falta entender la fisiología de estas proteínas y los cambios que experimentan en el sueño-vigilia" dijo Lleó.
Fuentes: El País, La Vanguardia
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