En el intestino humano habitan miles de billones de microorganismos, virus, hongos, levaduras y, sobre todo, bacterias. Conforman la microbiota intestinal , esencial para la supervivencia. La inmensa mayoría de estos son beneficiosos y realizan funciones esenciales. Este es el caso de Escherichia coli, una especie de bacteria frecuente en el intestino humano, la mayoría de cepas son comensales o simbióticas y producen vitaminas que los humanos no podemos sintetizar.
Una bacteria presente de forma natural en el intestino humano puede provocar mutaciones en el ADN de las células situadas en el colon que pueden llevar a la aparición de un cáncer colorrectal. Un equipo internacional de científicos, liderados por el Instituto Hubrecht de Holanda, ha descubierto que un tipo de Escherichia coli segrega una toxina que provoca una serie de cambios genéticos en las células que pueden llevar a un tumor.
Una bacteria presente de forma natural en el intestino humano puede provocar mutaciones en el ADN de las células situadas en el colon que pueden llevar a la aparición de un cáncer colorrectal. Un equipo internacional de científicos, liderados por el Instituto Hubrecht de Holanda, ha descubierto que un tipo de Escherichia coli segrega una toxina que provoca una serie de cambios genéticos en las células que pueden llevar a un tumor.
El descubrimiento, publicado en Nature, da paso a que se puedan desarrollar métodos de detección precoz de la enfermedad, así como tratamientos personalizados preventivos dirigidos a eliminar del intestino estas bacterias patógenas antes de que generen las mutaciones cancerígenas.
Sin embargo, también hay algunos subtipos de esta bacteria que segregan una sustancia llamada colibactina que resulta tóxica y causa daños en el ADN celular. Se calcula que el 20% de la población sana alberga en su intestino esta cepa de bacterias generadoras de colibactina, un porcentaje que aumenta al 40% en el caso de personas con enfermedad intestinal inflamatoria y al 60% en quienes padecen pólipos intestinales.
Investigaciones previas ya habían señalado esta cepa como posible factor cancerígena, pero se trataba de estudios observacionales que no podían establecer si había o no una relación causal.
“Nosotros queríamos ver qué papel desempeña esta bacteria en el desarrollo de mutaciones cancerígenas que pueden acabar provocando cáncer”, explica Cayetano Pleguezuelos, investigador del Instituto Hubrecht y primer autor del trabajo.
Para ello, los investigadores, desarrollaron organoides, réplicas diminutas del intestino creadas en el laboratorio a partir de células sanas del tejido epitelial del intestino.
Durante cinco meses, los expusieron a E. coli generadora de colibactina y, al analizar el ADN de las células de los organoides, vieron que presentaban daños en su material genético. Y que ese daño seguía un patrón muy específico, como si la toxina hubiera impreso una huella única en el ADN celular.
A continuación, secuenciaron el genoma de 5876 muestras de tumores de pacientes de Holanda y Reino Unido, y vieron que esa misma huella estaba presente en diversos tumores, aunque de manera más frecuente en los intestinales.
“Más del 5% de los cánceres colorrectales tenían elevados niveles de esa huella”, apunta en un comunicado Jens Puschhof, coautor del trabajo. También hallaron esta huella en “cánceres de cabeza y cuello, y urogenitales”.
"Esta es la primera vez que hemos identificado un patrón de daños en el ADN causantes de cáncer colorrectal provocados por una bacteria que vive en el intestino” y se suma a la lista de factores de riesgo de la enfermedad, junto al tabaco, el consumo excesivo de alcohol, el sobrepeso, el sedentarismo y alimentos como la carne roja o procesada.
“Una de cada cinco personas tiene en su intestino esta cepa de E. coli. Eso no quiere decir que seguro vaya a desarrollar un cáncer de colon, sino que podrían tener un riesgo mayor de hacerlo”, puntualiza Pleguezuelos.
Según este investigador, que no ha participado en este estudio, los resultados sugieren que se “podría pensar en terapias para eliminarla en los segmentos de población que la tienen, de la misma forma que se hace con Helicobacter pylori, que predispone al cáncer de estómago”.
Fuente: La Vanguardia
Investigaciones previas ya habían señalado esta cepa como posible factor cancerígena, pero se trataba de estudios observacionales que no podían establecer si había o no una relación causal.
“Nosotros queríamos ver qué papel desempeña esta bacteria en el desarrollo de mutaciones cancerígenas que pueden acabar provocando cáncer”, explica Cayetano Pleguezuelos, investigador del Instituto Hubrecht y primer autor del trabajo.
Para ello, los investigadores, desarrollaron organoides, réplicas diminutas del intestino creadas en el laboratorio a partir de células sanas del tejido epitelial del intestino.
Durante cinco meses, los expusieron a E. coli generadora de colibactina y, al analizar el ADN de las células de los organoides, vieron que presentaban daños en su material genético. Y que ese daño seguía un patrón muy específico, como si la toxina hubiera impreso una huella única en el ADN celular.
A continuación, secuenciaron el genoma de 5876 muestras de tumores de pacientes de Holanda y Reino Unido, y vieron que esa misma huella estaba presente en diversos tumores, aunque de manera más frecuente en los intestinales.
“Más del 5% de los cánceres colorrectales tenían elevados niveles de esa huella”, apunta en un comunicado Jens Puschhof, coautor del trabajo. También hallaron esta huella en “cánceres de cabeza y cuello, y urogenitales”.
"Esta es la primera vez que hemos identificado un patrón de daños en el ADN causantes de cáncer colorrectal provocados por una bacteria que vive en el intestino” y se suma a la lista de factores de riesgo de la enfermedad, junto al tabaco, el consumo excesivo de alcohol, el sobrepeso, el sedentarismo y alimentos como la carne roja o procesada.
“Una de cada cinco personas tiene en su intestino esta cepa de E. coli. Eso no quiere decir que seguro vaya a desarrollar un cáncer de colon, sino que podrían tener un riesgo mayor de hacerlo”, puntualiza Pleguezuelos.
Según este investigador, que no ha participado en este estudio, los resultados sugieren que se “podría pensar en terapias para eliminarla en los segmentos de población que la tienen, de la misma forma que se hace con Helicobacter pylori, que predispone al cáncer de estómago”.
Fuente: La Vanguardia
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