Los continentes de la Tierra han estado moviéndose y cambiando su aspecto desde que el planeta cumplió unos 1.000 millones de años. La Tierra atraviesa ciclos en los que los continentes pequeños se unen en un supercontinente, para luego presenciar cómo éste vuelve a fragmentarse en pequeñas piezas. El último de los grandes supercontinentes fue Pangea, pero hubo otros antes.
En la actualidad existen 15 grandes placas tectónicas y decenas de bloques más pequeños que determinan que existan seis continentes emergiendo de las olas. Sin embargo, en 2017 un equipo internacional de científicos presentó evidencias que apoyan la existencia de un séptimo continente. Zealandia, tiene todas las características de un continente ya que está elevado sobre el área circundante, tiene una geología característica, un área bien definida, la corteza es mucho más gruesa que el suelo oceánico y tiene un área de más de un millón de kilómetros cuadrados, sin estar conectado con otros continentes. De este continente oculto, únicamente afloran sus montañas más altas, que son las islas de Nueva Zelanda y Nueva Caledonia. «Reconocido como el séptimo continente, tiene una geografía muy poco usual porque se encuentra mayormente sumergido a más de un kilómetro de profundidad, mientras que los otros seis continentes tienen extensas áreas de tierra que afloran en superficie», nos explica Laia Alegret, paleontóloga de la Universidad de Zaragoza.
Hoy en día, la mayoría de las alturas de Zealandia están ocultas por el océano y apenas se elevan unos 1.000 o 1.500 metros sobre el fondo marino. Pero un 7% de este continente está emergido y da lugar a varias islas, (Nueva Zelanda, las islas Antípodas, Auckland, Bounty, Campbell o Chatham, así como partes de Nueva Caledonia). La existencia de este continente se comenzó a barajar en los ochenta, pero no fue hasta 2017 cuando un equipo de 32 científicos concluyó que Zealandia cumple los requisitos para ser considerado como continente.
Según sus conclusiones, un «evento de ruptura de la subducción», similar a un terremoto masivo y lento, se extendió por todo el Pacífico occidental, causando temblores y volcanes, pero también resucitando antiguas fallas. En estas, se produjo una «resurrección de la subducción», lo que quiere decir que placas detenidas, volvieron a introducirse bajo la corteza.
Todavía hay numerosas preguntas sin responder sobre este fenómeno. Lo que sí se sabe, de momento, es que este cataclismo cambió la dirección y la velocidad de la mayoría de las placas tectónicas de la Tierra. El monstruoso fenómeno que creó y hundió a Zealandia tuvo un alcance global. Ahora los investigadores están convencidos de poder estudiar qué ocurrió y por qué.
Fuente: ABC
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