NUEVAS EXPLICACIONES A NUESTROS RASGOS FACIALES

La curiosidad de averiguar de dónde, o mejor dicho, de quién proceden los rasgos faciales de cualquier persona es un fenómeno prácticamente innato en todos nosotros. A ninguno se nos pasa comparar esos pequeños detalles de nuestras caras que nos unen a nuestros familiares, a veces de forma increíblemente llamativa. A pesar de estar comprobado el hecho de que nuestras facciones vienen dadas, en una enorme medida, por la herencia de nuestros antecesores, no se conoce con exactitud cuáles son realmente los genes que determinan nuestros rasgos.

 Con todo, científicos de todo el mundo han colaborado en un estudio internacional donde se ha analizado a más de dieciocho mil sujetos de Australia, América Latina, China y Europa. El resultado ha sido el descubrimiento de varios genes, algunos de ellos desconocidos hasta el momento, que intervienen en la estructuración facial.

Rolando González-José, especialista en genética poblacional y director del Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas del Conicet (Cenpat), explica que tan solo se conocen los genes involucrados en un 5% de la variación facial total. Aunque la investigación sobre este tema está empezando a despegar, no hay que olvidar que es un campo muy complicado, no solo por la inmensa cantidad de genes que participan en la expresión, sino por la complejidad de los mecanismos de esta. Entender la base genética de la expresión facial nos permitirá lograr grandes avances en diferentes campos, como la genética médica, la ciencia forense, la biología evolutiva o la biología del desarrollo. Para conseguir progresar es muy importante, destaca González José, expandir la población del estudio. Este trabajo, que es el más relevante hasta el momento, ha contado con la colaboración de 7 consorcios, pero podrían se muchos más.

La cara humana no es una simple proyección de unos genes, sino que es el resultado de la manifestación y correlación de complicados fenotipos, o sea, los conjuntos de caracteres visibles que presenta un sujeto como fruto de la interacción de sus genes con el medio en el que se encuentra. Esto se puede comprobar estudiando las semejanzas entre mellizos monocigóticos y en menor medida entre parientes más lejanos, además de en la gigantesca diversidad entre personas no relacionadas.

Los resultados del estudio, realizado a partir de imágenes tridimensionales de la cara y cráneo de 10.115 europeos, fue el descubrimiento de 24 genes que intervenía de forma significativa en la expresión, 17 de los cuales eran desconocidos hasta entonces. Más tarde se amplió con 7917 personas de otras etnias, como ya hemos mencionado antes. Este segundo estudio sirvió para confirmar 10 de los 24 genes, además de para hallar otros 6.

Sumado a esto, se ha detectado que un mismo gen puede dar lugar a diferentes rasgos, como tener ojos rasgados o redondos, según pequeñas variantes. En adición, los mismos genes pueden regular la expresión de otros, activándolos o durmiéndolos.

También se está dirigiendo la investigación al terreno de las malformaciones faciales, revelándose así importantes datos, como que algunas de ellas están producidas por genes normales, que actúan de manera diferente. Estos mismos mecanismos pueden ser empleados para dar una explicación a la evolución, aunque aún está lejos.

Fuentes: eLife, La Nación

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