En el interior de una piedra que no mide mucho más que la palma de una mano sigue intacto el cráneo de un ave de la era de los dinosaurios. Esta roca adornada por huesos rotos y diminutos, que a simple vista parecía poca cosa, fue descubierta hace 20 años en Bélgica y dejada en un cajón. Pero hace dos años el equipo de Daniel Field, investigador del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cambridge, decidió escanearla sin muchas expectativas. De repente, bajo los ojos asombrados de los científicos se dibujó el cráneo de unos cinco centímetros del ave moderna más antigua que se ha registrado hasta hoy que vivió hace unos 66,7 millones de años. “Nuestro trabajo refleja la importancia que puede tener una roca y la paleontología para la historia de la evolución biológica. Este descubrimiento completa un vacío que teníamos sobre la diversificación de las aves debido a la escasez de fósiles registrados de esta era mesozoica”, explica Field.
La forma de los huesos de esta especie llamada Asteriornis maastrichtensis(fue descubierta en la formación Maastricht) muestra grandes semejanzas con los del pato y del gallo, según los resultados que se publican este miércoles en Nature. “Esta combinación nunca se había visto en otros fósiles y hace suponer que este ave forma parte del árbol genealógico de estos dos animales con los que vivimos a diario”, cuenta el experto británico manejando la piedra en su mano. Para confirmar dichas características, los investigadores han reconstruido el cráneo en tres dimensiones y el pico del nuevo fósil se asemeja claramente al de un gallo, mientras que la zona de la frente y tras los ojos se parece más al de un pato. La parte posterior de la mandíbula comparte características con ambas aves.
El ave, cuyo mote en inglés es wonderchicken (pollo maravilla en inglés, como si fuese un superhéroe), no debía pesar más de cuatrocientos gramos visto el espesor de sus patas. “En función de las patas podemos estimar el peso del animal gracias a una simple ecuación. Claramente estos huesos no podrían sostener un cuerpo más gordo”, confirma Field señalando un hueso largo de unos cinco milímetros de grosor en un lado de la roca color arena.
Se sabe cuando emergieron, pero no de dónde vinieron. Las hipótesis previas que dejaron los estudios sobre los fósiles más recientes sugerían que la evolución de las aves modernas más antiguas venían del hemisferio sur, de la Antártida. Ahora, este descubrimiento plantea nuevas preguntas. “¿Cómo podría ser, ya que se ha encontrado uno más antiguo en el hemisferio norte? Lo más increíble es que este fósil cuadra con todo lo que pensábamos nosotros de esa época”, asevera Juan Benito, autor del estudio e investigador especializado en la evolución de las aves.
Lo que pasó en esa era tan lejana dónde todavía andaban los dinosaurios fue la caída de un meteorito que acabó con todas las especies de más de un kilo mientras los bosques ardían. “Esta ausencia acabó con muchas especies, con todas las aves ligadas a los bosques”, relata Benito. Pero el wonderchicken se salvó mientras que todas las aves con las que competían desaparecieron de golpe. Estas conclusiones se presentan de nuevo gracias al aspecto de las patas y a su procedencia de sedimentos marinos. Field explica que las aves que tienen las patas cortas son las que viven en las alturas, en las ramas de un árbol y por lo tanto en los bosques, mientras que las que tienen las patas largas viven en el suelo, en la playa, en la zona costera.
Esto hace suponer que el A. maastrichtensis, cuyo nombre se deriva de Asteria, una diosa griega de las estrellas fugaces que se convierte en una codorniz, no desapareció. Pero quizás haya dado lugar a dos ramas de especies que evolucionaron, por una parte hacia el pato (anseriformes), por otra, hacia el gallo (galliformes). “No podemos confirmar que sea el ancestro más lejano de estos dos animales, pero está claro que comparten un ancestro común”, concluye Field. “Los fósiles de esa época no han sido bien preservados. Tenemos mucho que aprender de lo que hemos encontrado”, añade guardando en una caja roja el descubrimiento más increíble de su carrera hasta ahora.
Toni Gabaldón, experto en la evolución de las aves del Instituto de Investigación Biomédica en Barcelona (IRB), asegura que siempre es muy útil que la gente encuentre evidencias físicas y aporte información suplementaria y más cuando se trata de una época de la cual no tenemos muchos datos debido a la extinción. "Han construido una matriz de 297 datos morfológicos de este fósil y de otras especies para construir el árbol evolutivo. Nosotros con el ADN podemos cubrir la evolución temprana, de hace unos miles de años, pero el trabajo que han hecho permite ir mucho más allá”, explica.
Para él, el resultado más llamativo del estudio es el lugar dónde ha sido encontrado el fósil que, como lo confirma el estudio y sus autores, pone en cuestión las teorías previas sobre el origen de estas aves modernas. Además, en ese mismo estrato también han encontrado un fósil de un dinosaurio volador de la misma época que vivía con esas aves. Gabaldón se suma a la idea de que estar en la costa les ayudó a sobrevivir y la dieta que seguían también. “Las aves vivían de lo que le dejaban los otros y por lo tanto se alimentaban de cosas más diversas”, cuenta.
Este pequeño fósil da mucha información y permite a los expertos trazar nuevos caminos de investigación para entender de dónde vienen el pato y el gallo. La primera pista es que Gondwana, el supercontinente que al partirse dio lugar a tierras del hemisferio sur como Sudamérica, África, Australia, Madagascar y la Antártida, ya no parece la única opción.
Fuente: El País
La forma de los huesos de esta especie llamada Asteriornis maastrichtensis(fue descubierta en la formación Maastricht) muestra grandes semejanzas con los del pato y del gallo, según los resultados que se publican este miércoles en Nature. “Esta combinación nunca se había visto en otros fósiles y hace suponer que este ave forma parte del árbol genealógico de estos dos animales con los que vivimos a diario”, cuenta el experto británico manejando la piedra en su mano. Para confirmar dichas características, los investigadores han reconstruido el cráneo en tres dimensiones y el pico del nuevo fósil se asemeja claramente al de un gallo, mientras que la zona de la frente y tras los ojos se parece más al de un pato. La parte posterior de la mandíbula comparte características con ambas aves.
El ave, cuyo mote en inglés es wonderchicken (pollo maravilla en inglés, como si fuese un superhéroe), no debía pesar más de cuatrocientos gramos visto el espesor de sus patas. “En función de las patas podemos estimar el peso del animal gracias a una simple ecuación. Claramente estos huesos no podrían sostener un cuerpo más gordo”, confirma Field señalando un hueso largo de unos cinco milímetros de grosor en un lado de la roca color arena.
Se sabe cuando emergieron, pero no de dónde vinieron. Las hipótesis previas que dejaron los estudios sobre los fósiles más recientes sugerían que la evolución de las aves modernas más antiguas venían del hemisferio sur, de la Antártida. Ahora, este descubrimiento plantea nuevas preguntas. “¿Cómo podría ser, ya que se ha encontrado uno más antiguo en el hemisferio norte? Lo más increíble es que este fósil cuadra con todo lo que pensábamos nosotros de esa época”, asevera Juan Benito, autor del estudio e investigador especializado en la evolución de las aves.
Lo que pasó en esa era tan lejana dónde todavía andaban los dinosaurios fue la caída de un meteorito que acabó con todas las especies de más de un kilo mientras los bosques ardían. “Esta ausencia acabó con muchas especies, con todas las aves ligadas a los bosques”, relata Benito. Pero el wonderchicken se salvó mientras que todas las aves con las que competían desaparecieron de golpe. Estas conclusiones se presentan de nuevo gracias al aspecto de las patas y a su procedencia de sedimentos marinos. Field explica que las aves que tienen las patas cortas son las que viven en las alturas, en las ramas de un árbol y por lo tanto en los bosques, mientras que las que tienen las patas largas viven en el suelo, en la playa, en la zona costera.
Esto hace suponer que el A. maastrichtensis, cuyo nombre se deriva de Asteria, una diosa griega de las estrellas fugaces que se convierte en una codorniz, no desapareció. Pero quizás haya dado lugar a dos ramas de especies que evolucionaron, por una parte hacia el pato (anseriformes), por otra, hacia el gallo (galliformes). “No podemos confirmar que sea el ancestro más lejano de estos dos animales, pero está claro que comparten un ancestro común”, concluye Field. “Los fósiles de esa época no han sido bien preservados. Tenemos mucho que aprender de lo que hemos encontrado”, añade guardando en una caja roja el descubrimiento más increíble de su carrera hasta ahora.
Toni Gabaldón, experto en la evolución de las aves del Instituto de Investigación Biomédica en Barcelona (IRB), asegura que siempre es muy útil que la gente encuentre evidencias físicas y aporte información suplementaria y más cuando se trata de una época de la cual no tenemos muchos datos debido a la extinción. "Han construido una matriz de 297 datos morfológicos de este fósil y de otras especies para construir el árbol evolutivo. Nosotros con el ADN podemos cubrir la evolución temprana, de hace unos miles de años, pero el trabajo que han hecho permite ir mucho más allá”, explica.
Para él, el resultado más llamativo del estudio es el lugar dónde ha sido encontrado el fósil que, como lo confirma el estudio y sus autores, pone en cuestión las teorías previas sobre el origen de estas aves modernas. Además, en ese mismo estrato también han encontrado un fósil de un dinosaurio volador de la misma época que vivía con esas aves. Gabaldón se suma a la idea de que estar en la costa les ayudó a sobrevivir y la dieta que seguían también. “Las aves vivían de lo que le dejaban los otros y por lo tanto se alimentaban de cosas más diversas”, cuenta.
Este pequeño fósil da mucha información y permite a los expertos trazar nuevos caminos de investigación para entender de dónde vienen el pato y el gallo. La primera pista es que Gondwana, el supercontinente que al partirse dio lugar a tierras del hemisferio sur como Sudamérica, África, Australia, Madagascar y la Antártida, ya no parece la única opción.
Fuente: El País
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