El sistema inmunitario es un conjunto de órganos, tejidos, células y moléculas, presentes por todo el organismo y capaces de hacer frente a los agentes infecciosos y sustancias extrañas. Las sustancias extrañas al organismo se denominan antígenos y la respuesta del cuerpo, respuesta inmunitaria o inmune, basada en la capacidad del organismo para distinguir lo propio del organismo de lo extraño. Cuando esta respuesta está alterada y el sistema inmune ataca a moléculas del propio organismo, aparecen las enfermedades autoinmunes.
Toda célula presenta en su superficie glucolípidos y glucoproteínas que el sistema inmune reconoce como propios, son las moléculas del complejo principal de histocompatibilidad (MHC), conjunto de genes del brazo corto del cromosoma 6. En los seres humanos hay dos clases de MHC, los genes del MHC-I y los genes del MHC-II . Ambas clases son necesarias en la respuesta inmunitaria adquirida.
Todas las células del sistema inmune se forman a partir de células madre pluripotentes hematopoyéticas presentes en la médula ósea y el hígado fetal. A partir de dichas células madre se originan dos líneas celulares:
Para que el sistema inmune funcione correctamente, es imprescindible que sus células se comuniquen entre sí. Para ello utilizan mensajeros químicos denominados citoquinas o citocinas.
Un antígeno es cualquier molécula reconocida como extraña por el sistema inmune y capaz de desencadenar una respuesta inmune específica, con producción de anticuerpos. Suelen ser proteínas o polisacáridos de células extrañas, virus, bacterias o toxinas producidas por estos.
La inmunidad es un estado de protección o resistencia frente a ciertas enfermedades, adquirida por las reacciones de defensa del sistema inmune frente a antígenos específicos. La respuesta inmunitaria es el conjunto de esas reacciones de defensa. Existen dos tipos de respuesta inmune:
El sistema del complemento completa la actuación de los anticuerpos. Está formado por unas 30 glucoproteínas y fragmentos que viajan por la sangre. Se forman en el hígado y por los macrófagos a nivel local.
En cuanto a las proteínas antimicrobianas, incluye lisozima y defensinas (proteínas del sistema del complemento e interferones). Protegen a las células sanas e impiden la replicación vírica en las infectadas y la proliferación de células tumorales.
La reacción inflamatoria es una reacción local ante una infección. Dificulta la proliferación de patógenos, favorece su destrucción y estimula la reparación de tejidos dañados. Consta de vasodilatación (aumenta el riego sanguíneo de la zona afectada con calor, rubor, edema y dolor, y favorece la llegada de leucocitos), atracción de leucocitos (la liberación de ciertas sustancias locales atrae a macrófagos, neutrófilos y linfocitos) y formación de coágulos en capilares (impiden la diseminación por la sangre de los patógenos).
Hay tres tipos de células del sistema inmune innato:
El sistema linfático es un aparato circulatorio secundario formado por vasos linfáticos y ganglios linfáticos. Interviene en el drenaje de tejidos, la absorción de lípidos en el digestivo y en la defensa. Los linfocitos se forman en la médula ósea y el hígado fetal. Luego maduran en los órganos linfoides primarios (donde maduran los linfocitos T) y la médula ósea roja y el hígado fetal (donde maduran los linfocitos B) y pasan a los órganos linfáticos secundarios (donde los linfocitos interaccionan por primera vez con un antígeno y se desencadena la respuesta inmunitaria adaptativa). Los linfocitos B se forman en el hígado fetal y luego en la médula ósea, donde maduran. Adquieren receptores de membrana llamados BCR, que reconocen antígenos, los fagocitan y los presentan a los linfocitos TH que, a su vez, activan a los linfocitos B, que se convierten en células plasmáticas productoras de anticuerpos.
El primer contacto con el antígeno da lugar a la respuesta primaria, con producción de anticuerpos. Parte de los linfocitos TH, TC y B generados permanece “alerta” durante mucho tiempo o toda la vida, son los linfocitos de memoria. Si pasado un tiempo se contacta con el mismo antígeno, se da la respuesta secundaria, mucho más rápida y eficaz, que, normalmente, impide la infección y se genera inmunidad.
Algunas características de la respuesta adaptativa son la especificidad, la tolerancia y la memoria.
Los anticuerpos o inmunoglobulinas son glucoproteínas fabricadas por las células plasmáticas, que derivan de los linfocitos B cuando los activa un antígeno. Se unen específicamente al antígeno que indujo su formación con aterioridad. Se hallan en sangre, linfa, secreciones y en la membrana de los linfocitos B. La parte del antígeno que se une al anticuerpo se denomina epítopo o determinante antigénico. Los antígenos suelen tener varios epítopos, por lo que activan diferentes linfocitos B y muchos anticuerpos diferentes.
La unión antígeno-anticuerpo activa las inmunoglobulinas y sus efectos son muy diversos: neutralización de MO y sus toxinas, aglutinación, opsonización y fagocitosis, y activación del complemento.
La característica de memoria del sistema inmune aporta inmunidad a los organismos, es decir, la capacidad de resistir las infecciones. La inmunidad natural o innata es inespecífica, carece de memoria. La inmunidad adquirida o adaptativa es específica, produce memoria e inmunidad, se activa sólo en presencia de antígenos y se vuelve más intensa tras la exposición a éstos. Puede adquirirse de forma natural al entrar en contacto con antígenos durante una infección (activa) o por los anticuerpos que pasan de la madre al feto (pasiva). También puede adquirirse de forma artificial mediante vacunas, que induce la inmunidad al inyectar uno o más antígenos en el organismo como método preventivo de enfermedades infecciosas (activa) y sueros, que es la sueroterapia, consistente en la inyección de anticuerpos específicos o de linfocitos T activados para luchar contra una determinada enfermedad y, al contrario que las vacunas, es un método curativo y sin memoria.
Una inmunodeficiencia es una enfermedad originada por un fallo en el sistema inmune. Las inmunodeficiencias primarias o congénitas se deben a defectos hereditarios y las secundarias o adquiridas se deben a factores externos, como el sida, causado por el VIH, un retrovirus que infecta células del sistema inmune. Inyecta su ARN en las células y lo usa para sintetizar ADN mediante transcripción inversa. El ADN se inserta en el de la célula huésped, con el que se replica, transcribe y traduce para formar nuevos viriones.
La hipersensibilidad es una respuesta inmunitaria exagerada que provoca inflamaciones y daños en tejidos. Se produce como respuesta secundaria, una vez sensibilizado el organismo por una primera exposición al antígeno. Existen varios tipos: hipersensibilidad inmediata o de tipo I (alergias), de tipo II (citotóxica), de tipo III y de tipo IV (retardada).
La autoinmunidad es la actuación del sistema inmune contra componentes propios a los que no reconoce como tales. En las enfermedades autoinmunes, que se pueden clasificar en organoespecíficas (los anticuerpos y linfocitos T actúan contra un órgano concreto) y sistémicas (afecta a diversos tejidos y órganos), se forman autoanticuerpos y linfocitos T autorreactivos. Las causas pueden ser genéticas, sexuales o ambientales.
El trasplante es una técnica quirúrgica por la que un tejido u órgano sano se extraen de un donante y se injertan en un receptor enfermo. El éxito de este depende sobre todo del sistema inmune del receptor, que puede ocasionar un rechazo debido a una respuesta inmunitaria celular específica ocasionada por los linfocitos T. El grado del rechazo depende de la histocompatibilidad entre donante y receptor. Suelen clasificarse en autotrasplante (donante y receptor son la misma persona, no hay rechazo), isotrasplante (donante y receptor genéticamente idénticos, no hay rechazo), alotrasplante (donante y receptor de la misma especie pero genéticamente distintos, siempre hay rechazo) y xenotrasplante (donante y receptor de distinta especie, siempre hay rechazo). La respuesta inmunitaria ante trasplantes es más intensa que contra otros antígenos debido a que las moléculas del MHC alogénico se reconocen directamente por los linfocitos T, las células presentadoras de antígeno procesan las moléculas del MHC alogénico como péptidos que unen a las del MHC propias y los linfocitos TH activan a los linfocitos B. El rechazo a trasplantes se desarrolla en tres etapas: los linfocitos TH son activados por las CPA y segregan diferentes citoquinas; las citoquinas activan a los linfocitos TC, a los B y a los macrófagos; y los linfocitos TC, los macrófagos y los anticuerpos específicos, junto al complemento, atacan al injerto, dando lisis celular, lesiones en vasos, hemorragias e inflamación. Para minimizar el rechazo se busca la mayor histocompatibilidad posible entre donante y receptor. Dado que no es posible la total compatibilidad, se recurre a dos métodos más, la inducción de tolerancia (pretratamiento con células del donante) y los inmunosupresores (inhiben la actuación de los linfocitos T bloqueando las citoquinas o los esteroides, que inhiben a los macrófagos).
Fuentes: BioGeo, libro de 2º Bachillerato D de Biología editorial Bruño
Toda célula presenta en su superficie glucolípidos y glucoproteínas que el sistema inmune reconoce como propios, son las moléculas del complejo principal de histocompatibilidad (MHC), conjunto de genes del brazo corto del cromosoma 6. En los seres humanos hay dos clases de MHC, los genes del MHC-I y los genes del MHC-II . Ambas clases son necesarias en la respuesta inmunitaria adquirida.
Todas las células del sistema inmune se forman a partir de células madre pluripotentes hematopoyéticas presentes en la médula ósea y el hígado fetal. A partir de dichas células madre se originan dos líneas celulares:
- Línea mieloide: células de la respuesta inmune innata como son los megacariocitos, mastocitos, basófilos, eosinófilos, neutrófilos y monocitos.
- Línea linfoide: células de la respuesta inmune adquirida que incluyen las células NK (natural killer), comunes a la respuesta innata; los linfocitos B y T.
Para que el sistema inmune funcione correctamente, es imprescindible que sus células se comuniquen entre sí. Para ello utilizan mensajeros químicos denominados citoquinas o citocinas.
Un antígeno es cualquier molécula reconocida como extraña por el sistema inmune y capaz de desencadenar una respuesta inmune específica, con producción de anticuerpos. Suelen ser proteínas o polisacáridos de células extrañas, virus, bacterias o toxinas producidas por estos.
La inmunidad es un estado de protección o resistencia frente a ciertas enfermedades, adquirida por las reacciones de defensa del sistema inmune frente a antígenos específicos. La respuesta inmunitaria es el conjunto de esas reacciones de defensa. Existen dos tipos de respuesta inmune:
- Respuesta inmune innata, natural o inespecífica: es la primera línea de defensa frente a infecciones. Sus mecanismos y células están ya presentes antes de la infección y reconoce características típicas de patógenos y ausentes en organismos complejos. Es inmediata y carece de memoria, por lo que no produce inmunidad a largo plazo.
El sistema del complemento completa la actuación de los anticuerpos. Está formado por unas 30 glucoproteínas y fragmentos que viajan por la sangre. Se forman en el hígado y por los macrófagos a nivel local.
En cuanto a las proteínas antimicrobianas, incluye lisozima y defensinas (proteínas del sistema del complemento e interferones). Protegen a las células sanas e impiden la replicación vírica en las infectadas y la proliferación de células tumorales.
La reacción inflamatoria es una reacción local ante una infección. Dificulta la proliferación de patógenos, favorece su destrucción y estimula la reparación de tejidos dañados. Consta de vasodilatación (aumenta el riego sanguíneo de la zona afectada con calor, rubor, edema y dolor, y favorece la llegada de leucocitos), atracción de leucocitos (la liberación de ciertas sustancias locales atrae a macrófagos, neutrófilos y linfocitos) y formación de coágulos en capilares (impiden la diseminación por la sangre de los patógenos).
Hay tres tipos de células del sistema inmune innato:
- Células de la reacción inflamatoria: plaquetas, mastocitos y leucocitos basófilos.
- Fagocitos: células con movimiento ameboide y fagocíticos. Incluyen a varios tipos de leucocitos: eosinófilos, neutrófilos, monocitos, macrófagos y células dendríticas.
- Linfocitos NK (natural killer): carecen de especificidad y memoria. Atacan a células tumorales o infectadas por virus, a las que obligan a la apoptosis.
El sistema linfático es un aparato circulatorio secundario formado por vasos linfáticos y ganglios linfáticos. Interviene en el drenaje de tejidos, la absorción de lípidos en el digestivo y en la defensa. Los linfocitos se forman en la médula ósea y el hígado fetal. Luego maduran en los órganos linfoides primarios (donde maduran los linfocitos T) y la médula ósea roja y el hígado fetal (donde maduran los linfocitos B) y pasan a los órganos linfáticos secundarios (donde los linfocitos interaccionan por primera vez con un antígeno y se desencadena la respuesta inmunitaria adaptativa). Los linfocitos B se forman en el hígado fetal y luego en la médula ósea, donde maduran. Adquieren receptores de membrana llamados BCR, que reconocen antígenos, los fagocitan y los presentan a los linfocitos TH que, a su vez, activan a los linfocitos B, que se convierten en células plasmáticas productoras de anticuerpos.
El primer contacto con el antígeno da lugar a la respuesta primaria, con producción de anticuerpos. Parte de los linfocitos TH, TC y B generados permanece “alerta” durante mucho tiempo o toda la vida, son los linfocitos de memoria. Si pasado un tiempo se contacta con el mismo antígeno, se da la respuesta secundaria, mucho más rápida y eficaz, que, normalmente, impide la infección y se genera inmunidad.
Algunas características de la respuesta adaptativa son la especificidad, la tolerancia y la memoria.
Los anticuerpos o inmunoglobulinas son glucoproteínas fabricadas por las células plasmáticas, que derivan de los linfocitos B cuando los activa un antígeno. Se unen específicamente al antígeno que indujo su formación con aterioridad. Se hallan en sangre, linfa, secreciones y en la membrana de los linfocitos B. La parte del antígeno que se une al anticuerpo se denomina epítopo o determinante antigénico. Los antígenos suelen tener varios epítopos, por lo que activan diferentes linfocitos B y muchos anticuerpos diferentes.
La unión antígeno-anticuerpo activa las inmunoglobulinas y sus efectos son muy diversos: neutralización de MO y sus toxinas, aglutinación, opsonización y fagocitosis, y activación del complemento.
La característica de memoria del sistema inmune aporta inmunidad a los organismos, es decir, la capacidad de resistir las infecciones. La inmunidad natural o innata es inespecífica, carece de memoria. La inmunidad adquirida o adaptativa es específica, produce memoria e inmunidad, se activa sólo en presencia de antígenos y se vuelve más intensa tras la exposición a éstos. Puede adquirirse de forma natural al entrar en contacto con antígenos durante una infección (activa) o por los anticuerpos que pasan de la madre al feto (pasiva). También puede adquirirse de forma artificial mediante vacunas, que induce la inmunidad al inyectar uno o más antígenos en el organismo como método preventivo de enfermedades infecciosas (activa) y sueros, que es la sueroterapia, consistente en la inyección de anticuerpos específicos o de linfocitos T activados para luchar contra una determinada enfermedad y, al contrario que las vacunas, es un método curativo y sin memoria.
Una inmunodeficiencia es una enfermedad originada por un fallo en el sistema inmune. Las inmunodeficiencias primarias o congénitas se deben a defectos hereditarios y las secundarias o adquiridas se deben a factores externos, como el sida, causado por el VIH, un retrovirus que infecta células del sistema inmune. Inyecta su ARN en las células y lo usa para sintetizar ADN mediante transcripción inversa. El ADN se inserta en el de la célula huésped, con el que se replica, transcribe y traduce para formar nuevos viriones.
La hipersensibilidad es una respuesta inmunitaria exagerada que provoca inflamaciones y daños en tejidos. Se produce como respuesta secundaria, una vez sensibilizado el organismo por una primera exposición al antígeno. Existen varios tipos: hipersensibilidad inmediata o de tipo I (alergias), de tipo II (citotóxica), de tipo III y de tipo IV (retardada).
La autoinmunidad es la actuación del sistema inmune contra componentes propios a los que no reconoce como tales. En las enfermedades autoinmunes, que se pueden clasificar en organoespecíficas (los anticuerpos y linfocitos T actúan contra un órgano concreto) y sistémicas (afecta a diversos tejidos y órganos), se forman autoanticuerpos y linfocitos T autorreactivos. Las causas pueden ser genéticas, sexuales o ambientales.
El trasplante es una técnica quirúrgica por la que un tejido u órgano sano se extraen de un donante y se injertan en un receptor enfermo. El éxito de este depende sobre todo del sistema inmune del receptor, que puede ocasionar un rechazo debido a una respuesta inmunitaria celular específica ocasionada por los linfocitos T. El grado del rechazo depende de la histocompatibilidad entre donante y receptor. Suelen clasificarse en autotrasplante (donante y receptor son la misma persona, no hay rechazo), isotrasplante (donante y receptor genéticamente idénticos, no hay rechazo), alotrasplante (donante y receptor de la misma especie pero genéticamente distintos, siempre hay rechazo) y xenotrasplante (donante y receptor de distinta especie, siempre hay rechazo). La respuesta inmunitaria ante trasplantes es más intensa que contra otros antígenos debido a que las moléculas del MHC alogénico se reconocen directamente por los linfocitos T, las células presentadoras de antígeno procesan las moléculas del MHC alogénico como péptidos que unen a las del MHC propias y los linfocitos TH activan a los linfocitos B. El rechazo a trasplantes se desarrolla en tres etapas: los linfocitos TH son activados por las CPA y segregan diferentes citoquinas; las citoquinas activan a los linfocitos TC, a los B y a los macrófagos; y los linfocitos TC, los macrófagos y los anticuerpos específicos, junto al complemento, atacan al injerto, dando lisis celular, lesiones en vasos, hemorragias e inflamación. Para minimizar el rechazo se busca la mayor histocompatibilidad posible entre donante y receptor. Dado que no es posible la total compatibilidad, se recurre a dos métodos más, la inducción de tolerancia (pretratamiento con células del donante) y los inmunosupresores (inhiben la actuación de los linfocitos T bloqueando las citoquinas o los esteroides, que inhiben a los macrófagos).
Fuentes: BioGeo, libro de 2º Bachillerato D de Biología editorial Bruño
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