Los datos, esta vez, son inequívocos. La NASA ha detectado agua en la Luna, y además lo ha hecho en su superficie y en cantidad más que suficiente para abastecer las necesidades de las futuras colonias humanas que, durante los próximos años, se establecerán en nuestro satélite de forma permanente.
La agencia espacial norteamericana llevaba varios días caldeando el ambiente para un anuncio «nuevo y emocionante», un descubrimiento hecho en la Luna gracias al Observatorio Estratosférico de Astronomía Infrarroja (SOFIA), un telescopio de infrarrojos montado en un avión Boeing 747 modificado.
El hallazgo, que se publica esta semana en dos artículos en Nature Astronomy no solo implica la detección directa de agua molecular (H2O) en la Luna, sino que señala también la existencia de grandes áreas, alrededor de los dos polos lunares, en las que el agua podría estar atrapada de forma estable. Lo cual significa que podría ser fácilmente recuperada por los futuros astronautas.
Estudios anteriores ya habían hallado signos de hidratación en la superficie lunar, especialmente alrededor del polo sur. Pero aquellas detecciones, llevadas a cabo en 2009 de forma independiente por varias misiones espaciales (la nave india Chandrayaan-1 y las sondas de la NASA Cassini-Huygens y Deep Impact), no fueron concluyentes ya que los espectrómetros de a bordo detectaron, en el rango del infrarrojo, absorciones a una longitud de onda (3 nanómetros) que podía delatar tanto la presencia de agua como de hidroxilo (OH), un grupo funcional formado por un átomo de hidrógeno y uno de oxígeno que es muy habitual en alcoholes y otros compuestos orgánicos.
Ahora, en uno de los dos estudios de Nature, Casey Honniball, del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la Nasa, ha analizado junto a su equipo los datos del telescopio aéreo del Observatorio Estratosférico de Astronomía Infrarroja (SOFIA), que observaba la luna en infrarrojos a 6 nanómetros. Y a esa longitud de onda, a diferencia de las observaciones anteriores, pudieron detectar una firma inequívoca del H20 que no se comparte con otros compuestos de hidroxilo. En otras palabras, identificaron agua sin ningún género de dudas.
Los investigadores descubrieron, además, que en las latitudes altas cerca del polo sur el agua está presente en concentraciones que van de las 100 a las 400 partes por millón. Según Honniball y sus colegas, el agua detectada está, con toda probabilidad, almacenada en vidrio o esparcida entre granos de polvo y regolito de la superficie lunar, donde permanece a salvo de las duras condiciones ambientales.
En el segundo estudio, Paul Hayne y su equipo de colaboradores de la Universidad de Colorado en Boulder examinan con todo detalle la distribución en la Luna de áreas en sombra permanente, donde nunca llega la luz del Sol. Conocidas como «trampas frías», el agua podría ser capturada y permanecer inalterada en esos lugares, a menudo no mayores que una moneda, durante larguísimos periodos de tiempo.
«Si puedes imaginarte de pie en la Luna y cerca de sus polos -dijo Hayne- verías sombras por todas partes. Y muchas de esas sombras podrían estar llenas de hielo». Según el estudio, esos rincones oscuros, a salvo de los rayos del Sol durante miles o incluso millones de años, podrían ser mucho más abundantes de lo que se pensaba hasta ahora.
Hasta el momento, ya se había descubierto que en el oscuro fondo de algunos cráteres lunares, donde la luz solar nunca ha llegado, existen grandes depósitos de hielo. Una buena parte del cráter Shackleton, por ejemplo, de unos 20 km de diámetro y varios km de profundidad, está permanentemente en sombra (y a 150 grados bajo cero) debido a la posición de la Luna en relación al Sol. Se trata, pues, de una enorme «trampa fría» con una gran cantidad de hielo de agua en su interior. Pero en este estudio se trataba de comprobar si también hay en la Luna otra clase de «trampas» más accesibles. ¿Existen estas trampas para el agua sólo en los grandes cráteres o se extienden también por la superficie lunar?
Para averiguarlo, los autores consideraron una amplia gama de posibles tamaños de estas trampas frías, que pueden ser muy grandes, como las que hay en los fondos de los grandes cráteres, pero que también pueden llegar a tener apenas un cm de diámetro. Y descubrieron que las más pequeñas son cientos, incluso miles de veces más numerosas que las grandes, y que pueden encontrarse en ambos polos. Según el estudio, aproximadamente 40.000 km cuadrados de superficie lunar, repartidos en sombras permanentes de varias formas y tamaños, tienen la capacidad de atrapar y retener agua en forma de hielo.
«Es posible que los astronautas no necesiten adentrarse en estos oscuros y profundos cráteres -afirma Hayne-. Podrían caminar y encontrar una sombra de un metro de ancho y que tenga la misma probabilidad de albergar hielo. Si estamos en lo cierto el agua será mucho más accesible para beber, para hacer combustible o para todo aquello para lo que la NASA necesite agua».
Hayne señala que su equipo no puede probar que estas sombras realmente contengan bolsas de hielo; la única forma de hacerlo sería ir allí en persona o con vehículos de exploración y excavar. Pero los resultados son prometedores, y futuras misiones podrán arrojar más luz, literalmente, sobre los recursos hídricos disponibles en la Luna. El propio Hayne lidera actualmente uno de estos trabajos, el Lunar Compact Infrared Imaging System (L-CIRiS), que tomará imágenes panorámicas en infrarrojos cerca del polo sur de la Luna en 2022.
La conclusión de ambos estudios es que en la Luna existen varios procesos capaces de producir agua de forma eficaz, y lugares en los que ese agua puede quedar almacenada en forma de depósitos de hielo. Una noticia inmejorable para los planes de expansión de la Humanidad más allá de los confines del mundo que la vio nacer.
Fuentes: ABC, La Vanguardia
La agencia espacial norteamericana llevaba varios días caldeando el ambiente para un anuncio «nuevo y emocionante», un descubrimiento hecho en la Luna gracias al Observatorio Estratosférico de Astronomía Infrarroja (SOFIA), un telescopio de infrarrojos montado en un avión Boeing 747 modificado.
El hallazgo, que se publica esta semana en dos artículos en Nature Astronomy no solo implica la detección directa de agua molecular (H2O) en la Luna, sino que señala también la existencia de grandes áreas, alrededor de los dos polos lunares, en las que el agua podría estar atrapada de forma estable. Lo cual significa que podría ser fácilmente recuperada por los futuros astronautas.
Estudios anteriores ya habían hallado signos de hidratación en la superficie lunar, especialmente alrededor del polo sur. Pero aquellas detecciones, llevadas a cabo en 2009 de forma independiente por varias misiones espaciales (la nave india Chandrayaan-1 y las sondas de la NASA Cassini-Huygens y Deep Impact), no fueron concluyentes ya que los espectrómetros de a bordo detectaron, en el rango del infrarrojo, absorciones a una longitud de onda (3 nanómetros) que podía delatar tanto la presencia de agua como de hidroxilo (OH), un grupo funcional formado por un átomo de hidrógeno y uno de oxígeno que es muy habitual en alcoholes y otros compuestos orgánicos.
Ahora, en uno de los dos estudios de Nature, Casey Honniball, del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la Nasa, ha analizado junto a su equipo los datos del telescopio aéreo del Observatorio Estratosférico de Astronomía Infrarroja (SOFIA), que observaba la luna en infrarrojos a 6 nanómetros. Y a esa longitud de onda, a diferencia de las observaciones anteriores, pudieron detectar una firma inequívoca del H20 que no se comparte con otros compuestos de hidroxilo. En otras palabras, identificaron agua sin ningún género de dudas.
Los investigadores descubrieron, además, que en las latitudes altas cerca del polo sur el agua está presente en concentraciones que van de las 100 a las 400 partes por millón. Según Honniball y sus colegas, el agua detectada está, con toda probabilidad, almacenada en vidrio o esparcida entre granos de polvo y regolito de la superficie lunar, donde permanece a salvo de las duras condiciones ambientales.
En el segundo estudio, Paul Hayne y su equipo de colaboradores de la Universidad de Colorado en Boulder examinan con todo detalle la distribución en la Luna de áreas en sombra permanente, donde nunca llega la luz del Sol. Conocidas como «trampas frías», el agua podría ser capturada y permanecer inalterada en esos lugares, a menudo no mayores que una moneda, durante larguísimos periodos de tiempo.
«Si puedes imaginarte de pie en la Luna y cerca de sus polos -dijo Hayne- verías sombras por todas partes. Y muchas de esas sombras podrían estar llenas de hielo». Según el estudio, esos rincones oscuros, a salvo de los rayos del Sol durante miles o incluso millones de años, podrían ser mucho más abundantes de lo que se pensaba hasta ahora.
Hasta el momento, ya se había descubierto que en el oscuro fondo de algunos cráteres lunares, donde la luz solar nunca ha llegado, existen grandes depósitos de hielo. Una buena parte del cráter Shackleton, por ejemplo, de unos 20 km de diámetro y varios km de profundidad, está permanentemente en sombra (y a 150 grados bajo cero) debido a la posición de la Luna en relación al Sol. Se trata, pues, de una enorme «trampa fría» con una gran cantidad de hielo de agua en su interior. Pero en este estudio se trataba de comprobar si también hay en la Luna otra clase de «trampas» más accesibles. ¿Existen estas trampas para el agua sólo en los grandes cráteres o se extienden también por la superficie lunar?
Para averiguarlo, los autores consideraron una amplia gama de posibles tamaños de estas trampas frías, que pueden ser muy grandes, como las que hay en los fondos de los grandes cráteres, pero que también pueden llegar a tener apenas un cm de diámetro. Y descubrieron que las más pequeñas son cientos, incluso miles de veces más numerosas que las grandes, y que pueden encontrarse en ambos polos. Según el estudio, aproximadamente 40.000 km cuadrados de superficie lunar, repartidos en sombras permanentes de varias formas y tamaños, tienen la capacidad de atrapar y retener agua en forma de hielo.
«Es posible que los astronautas no necesiten adentrarse en estos oscuros y profundos cráteres -afirma Hayne-. Podrían caminar y encontrar una sombra de un metro de ancho y que tenga la misma probabilidad de albergar hielo. Si estamos en lo cierto el agua será mucho más accesible para beber, para hacer combustible o para todo aquello para lo que la NASA necesite agua».
Hayne señala que su equipo no puede probar que estas sombras realmente contengan bolsas de hielo; la única forma de hacerlo sería ir allí en persona o con vehículos de exploración y excavar. Pero los resultados son prometedores, y futuras misiones podrán arrojar más luz, literalmente, sobre los recursos hídricos disponibles en la Luna. El propio Hayne lidera actualmente uno de estos trabajos, el Lunar Compact Infrared Imaging System (L-CIRiS), que tomará imágenes panorámicas en infrarrojos cerca del polo sur de la Luna en 2022.
La conclusión de ambos estudios es que en la Luna existen varios procesos capaces de producir agua de forma eficaz, y lugares en los que ese agua puede quedar almacenada en forma de depósitos de hielo. Una noticia inmejorable para los planes de expansión de la Humanidad más allá de los confines del mundo que la vio nacer.
Fuentes: ABC, La Vanguardia
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