Aunque no es un animal que se haya
descubierto recientemente, sigue sorprendiendo a biólogos y amantes del océano por su capacidad para realizar un proceso parecido a la fotosíntesis.
Se denomina Elysia clorótica mide 6 milímetros, su cuerpo se asemeja a una hoja de lechuga y habita en las costas de Nueva Escocia hasta el sur de Florida.
Aunque las estrategias de la babosa se conocen desde hace tiempo, The Biological Bulletin acaba de publicar la primera evidencia directa de que los cromosomas de esta babosa tienen algunos genes que provienen de las algas que se come.
Estos genes ayudan al molusco a mantener los procesos fotosintéticos dentro de su intestino, lo que le facilitan toda la comida que necesita durante una larga temporada.
A partir de estas pistas, los investigadores pueden mejorar la terapia génica.
La alga la cual se alimenta, se denomina Vaucheria litorea, que sí es autótrofa, y por tanto "Elysia" ha aprendido a digerir al alga sin dañar los cloroplastos, integrándolos en sus células digestivas.
Aunque sea imposible que los genes de un alga puedan funcionar dentro de una célula animal, aquí lo hacen y permiten que el animal dependa de la luz del sol para su nutrición, de forma que si algo le sucede a su fuente de alimento, tiene una forma de no morir de hambre hasta que encuentre más algas para comer.
A los biólogos les intrigaba cómo era posible que la babosa fuera tan selectiva como para no digerir una parte del alga, justamente la que necesitaba para su propósito y esto se explica porque tiene en su cromosoma genes del alga indispensables para mantener en buen estado los cloroplastos del alga y de forma que se ha convertido también en el primer caso de transferencia de genes funcionales de una especie multicelular a otra.
Muchos científicos investigan que esta transferencia genética ya que es precisamente el objetivo de la terapia génica para corregir enfermedades de base genética en los seres humanos y averiguar el mecanismo de esta transferencia de genes de origen natural, que puede ser muy instructivo para futuras aplicaciones médicas.
Uno de los autores del estudio, el profesor Sidney K. Pierce de la Universidad del Sur de Florida ha investigado el proceso de cleptoplastia para diseñar una posible terapia genética.
La cleptoplastia también les permite adquirir funciones propias de las plantas eucariotas como la fotosíntesis, lo que la vuelve un organismo autótrofo.
Estos genes ayudan al molusco a mantener los procesos fotosintéticos dentro de su intestino, lo que le facilitan toda la comida que necesita durante una larga temporada.
A partir de estas pistas, los investigadores pueden mejorar la terapia génica.
La alga la cual se alimenta, se denomina Vaucheria litorea, que sí es autótrofa, y por tanto "Elysia" ha aprendido a digerir al alga sin dañar los cloroplastos, integrándolos en sus células digestivas.
Aunque sea imposible que los genes de un alga puedan funcionar dentro de una célula animal, aquí lo hacen y permiten que el animal dependa de la luz del sol para su nutrición, de forma que si algo le sucede a su fuente de alimento, tiene una forma de no morir de hambre hasta que encuentre más algas para comer.
A los biólogos les intrigaba cómo era posible que la babosa fuera tan selectiva como para no digerir una parte del alga, justamente la que necesitaba para su propósito y esto se explica porque tiene en su cromosoma genes del alga indispensables para mantener en buen estado los cloroplastos del alga y de forma que se ha convertido también en el primer caso de transferencia de genes funcionales de una especie multicelular a otra.
Muchos científicos investigan que esta transferencia genética ya que es precisamente el objetivo de la terapia génica para corregir enfermedades de base genética en los seres humanos y averiguar el mecanismo de esta transferencia de genes de origen natural, que puede ser muy instructivo para futuras aplicaciones médicas.
Uno de los autores del estudio, el profesor Sidney K. Pierce de la Universidad del Sur de Florida ha investigado el proceso de cleptoplastia para diseñar una posible terapia genética.
La cleptoplastia también les permite adquirir funciones propias de las plantas eucariotas como la fotosíntesis, lo que la vuelve un organismo autótrofo.
Se sabe desde 1970 que Elysia "roba" los cloroplastos del alga Vaucheria litorea y los incorpora a sus propias células digestivas, una vez dentro, los cloroplastos siguen haciendo la fotosíntesis hasta nueve meses, que es mucho más tiempo de lo que funcionan en las algas y por tanto, gracias a este proceso de la fotosíntesis, se producen en el interior de la babosa los carbohidratos y lípidos necesarios para su nutrición, sin que tenga buscarlos e ingerirlos.
"Este trabajo confirma que uno de los genes del alga necesarios para reparar los daños en los cloroplastos y mantenerlos en funcionamiento está presente en el cromosoma de la babosa", explica Pierce.
Pierce asegura que la unión de los genes de las algas al cromosoma de la babosa se transmiten de generación de generación ya que los genes para mantener los cloroplastos ya están presentes en el material genético que han recibido de sus progenitores y es ese aspecto el que se debe estudiar con rigurosidad.
"Este trabajo confirma que uno de los genes del alga necesarios para reparar los daños en los cloroplastos y mantenerlos en funcionamiento está presente en el cromosoma de la babosa", explica Pierce.
Pierce asegura que la unión de los genes de las algas al cromosoma de la babosa se transmiten de generación de generación ya que los genes para mantener los cloroplastos ya están presentes en el material genético que han recibido de sus progenitores y es ese aspecto el que se debe estudiar con rigurosidad.
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