LAS DIATOMEAS, SERES POCO CONCIDOS QUE AYUDAN AL PLANETA

Si hacemos caso al Diccionario de la Real Academia Española, una diatomea es un alga unicelular que vive en el mar, en agua dulce o en tierra húmeda, y que tiene un caparazón formado por sílice (dióxido de sílice hidratado) y una capa interna de pectina. Las cubiertas externas se denominan frústulos y suelen estar formadas por dos valvas de tamaño desigual que se encuentran en modo de caja.

Actualmente se incluyen en el reino protoctista y se estima que hay entre veinte mil y dos millones de especies en nuestro planeta. Su tamaño oscila entre las veinte y las doscientas micras.

Cuando las algas mueren todo el contenido orgánico se destruye, excepto el esqueleto de sílice, que se deposita en el fondo de las aguas, allí forma, al cabo de varios siglos, grandes depósitos de algas fosilizadas conocidos como «tierra de diatomeas». Estos acumulan cumplen una doble función, por una parte, son unos excelentes insecticidas naturales, por otra, tienen una enorme riqueza en minerales y oligoelementos.

A nivel industrial tienen muchas utilidades, desde piletas de natación hasta suplemento nutricional para el ganado, pasando por cremas exfoliantes, pinturas antideslizantes o fabricación de dinamita.

Las diatomeas, algas unicelulares capaces de producir más oxígeno que todos los bosques amazónicos, centroafricanos e indonesios juntos, son 'el otro pulmón' de la Tierra.

Al igual que en los continentes, en los océanos también hay bosques y desiertos, y las diatomeas forman una parte esencial de los primeros, donde sirven de alimento para larvas, moluscos, crustáceos y peces. "Si pudiésemos acumular sobre los continentes toda la biomasa que producen las diatomeas, en tan sólo dos décadas deberíamos suficiente como para reemplazar todos los bosques tropicales del mundo", explica Pedro Cermeño, investigador del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar y autor de Las diatomeas y los bosques invisibles del océano.

Otra de sus cualidades es que incrementan la eficiencia de la bomba biológica, un proceso mediante el cual los ecosistemas marinos absorben dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera y lo transfieren hacia las capas más profundas del océano, lo cual contribuye a paliar el efecto invernadero ya enfriar el clima del planeta. Según Cermeño, “la mayor parte de los microorganismos que componen el fitoplancton no superan los 0,01 milímetros de diámetro, mientras que las diatomeas pueden llegar a sobrepasar los 0,5 milímetros”. Si volvemos al símil del bosque, estas algas unicelulares son el análogo oceánico de cedros y secuoyas. Sus abultadas dimensiones y sus pesadas cápsulas de sílice hacen que se hundan rápidamente al morir. “De esta forma, sufrió sobremanera los efectos de la bomba biológica”, añade el investigador del CSIC.

Las diatomeas también han sido un componente crucial en la formación de petróleo marino. Del mismo modo que la madera de los árboles acaba transformándose en carbón mineral fósil, una fracción de la biomasa de fitoplancton, principalmente de diatomeas, se acumula en los sedimentos marinos que, con el tiempo, se origen en petróleo.

Pero, ¿Cómo alcanzaron la hegemonía de la producción primaria oceánica estas “joyas del mar”, un sobrenombre que reciben por el color dorado de sus células? Una de las claves de su éxito reside en haber desarrollado vacuolas de almacenamiento, “algo así como una despensa para momentos en los que los nutrientes escasean”, ilustra Cermeño. Desde su origen, hace 240 millones de años, hasta que lograron convertirse en los productores primarios más importantes de los océanos, las diatomeas pasaron 200 millones de años en la retaguardia. La posibilidad de acumular nutrientes en vacuolas les aumentará proliferar en ambientes turbulentos como los surgidos en los océanos durante la segunda mitad del Cenozoico, hace 40 millones de años , hasta la actualidad.

Fuentes:  20 Minutos, ABC

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