EL CELACANTO: UN VERDADERO FÓSIL VIVIENTE

Según la teoría de la evolución, todas las especies tienen su origen en organismos preexistentes, a partir de los cuales se diferencian por acumulación de cambios en sucesivas generaciones. Hoy sabemos que los primeros vertebrados tienen su origen en el medio marino y están emparentados con las ascidias, que poseen un cordón nervioso dorsal primitivo. 

La teoría más aceptada sobre el paso desde el medio marino al medio terrestre es que los primeros tetrápodos (vertebrados terrestres de cuatro patas) estaban emparentados con alguna especie de pez con la que compartían características comunes. Una de estas características serían las aletas lobuladas, que posteriormente se transformaron en patas. Esta teoría estaba apoyada en varias evidencias del registro fósil, donde se habían encontrado los restos de peces con aletas que les podrían haber permitido desplazarse sobre tierra. La sorpresa de los científicos fue mayúscula cuando en pleno siglo XX fue encontrado vivo uno de estos peces que se creían extintos, el celacanto. A lo largo del siglo XIX se descubrieron los primeros fósiles de celacanto.

 Se trataba de peces cuyas aletas se localizaban al final de unas protuberancias carnosas semejantes a patas en proceso de desarrollo. Se estimó que estos peces habían aparecido hacía 390 millones de años durante el periodo Devónico, y se creían extintos hace 66 millones de años durante el Cretácico, en el mismo evento que causó la desaparición de los dinosaurios. Esto cambió el 23 de diciembre de 1938, cuando un barco pesquero que se encontraba faenando en la costa de Sudáfrica encontró un celacanto vivo en sus redes. Desde entonces han sido encontrados más ejemplares, todos en la costa oeste del Océano Índico, por lo que a esta especie se la denominó celacanto del oeste del Océano Índico. En 1997 otro ejemplar fue encontrado en un mercado de pescado en Indonesia, pero se trataba de una especie diferente, que se conoce como celacanto de Indonesia.

Se han descrito unas 80 especies de celacanto gracias al registro fósil, pero solo se conocen dos especies vivas en la actualidad. A este curioso fenómeno de aparición de una especie que se creía extinta se le denomina taxón Lázaro (por la referencia bíblica a la resurrección de Lázaro). No es el único ejemplo de esto, pero sí el más llamativo, debido a que estos peces se creían extintos hacía 66 millones de años y a que los fósiles se habían encontrado un siglo antes que los primeros ejemplares vivos. La característica más llamativa del celacanto es la disposición de sus aletas sobre prolongaciones carnosas. Estos peces tienen un esqueleto óseo (de forma similar a la mayoría de peces y a diferencia de tiburones o rayas, que poseen esqueleto cartilaginoso). Poseen mandíbulas y dientes con esmalte. Su cuerpo está cubierto por escamas y mucosidad. Su sistema sanguíneo, al igual que el nuestro, tiene un circuito pulmonar y otro sistémico, que aporta oxígeno a los órganos corporales. Los individuos adultos pueden medir más de dos metros y pesar hasta 90 Kg. 

Curiosamente, las dos especies existentes en la actualidad tienen mayor tamaño que los fósiles conocidos. Se estima que estos peces pueden vivir 60 años o más. Estos peces poseen un pulmón vestigial relleno de grasa, que tiene una función homóloga a la vejiga natatoria de otros peces. Se cree que esta puede ser una adaptación a la vida en aguas profundas, lo cual también explicaría el escaso número de ejemplares que han sido encontrados hasta la fecha. 

Otras características peculiares de su fisionomía son que las válvulas de su corazón están dispuestas en forma de tubo y que ambos riñones se han fusionado en uno solo. Son animales ovovivíparos, por lo que las hembras producen huevos que eclosionan dentro de su cuerpo, dando a luz a peces juveniles tras un periodo de gestación de un año. A pesar de que una de las dos especies conocidas de celacanto fue descubierta en un mercado de pescado, la carne de estos animales no es apropiada para el consumo humano. Esto se debe a que su carne contiene cantidades elevadas de aceite, urea y ésteres, por lo que tiene un sabor aceitoso y resulta de difícil digestión. 

El moco que cubre sus escamas también hace que su carne sea difícil de cocinar. Por ello, los celacantos no tienen ningún valor comercial y la pesca de individuos se produce de forma accidental. Esto resulta positivo de cara a la conservación de las especies. Sin embargo, la reducción en el número de ejemplares avistados cada año hace pensar que ambas especies podrían estar en peligro de extinción. Se estima que hay unos 500 individuos de L. chalumnae y unos 10.000 de L. menadoensis, pero no hay forma de conocer con certeza las cifras reales. Una peculiaridad de los celacantos es que apenas han evolucionado en millones de años, a diferencia de los peces pulmonados, por lo que conservan características primitivas que permiten entender mejor el proceso evolutivo transitorio hacia la vida terrestre.

 Esto se debería a una falta de presión evolutiva, ya que los celacantos apenas tienen depredadores naturales y las condiciones en las grandes profundidades oceánicas son muy estables a lo largo del tiempo. Es por ello que estos peces han llegado a nuestros días sin haber sufrido grandes cambios respecto al registro fósil.

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