CARBOHIDRATOS COMO PIEZA CLAVE DEL DESARROLLO CEREBRAL


Los carbohidratos, pudieron jugar un importante papel en la evolución humana. Estos nutrientes se encuentran en los alimentos ricos en almidón que, según un estudio llevado a cabo por un equipo internacional de investigadores, fueron consumidos por neandertales y humanos antiguos hace 100.000 años, mucho antes de lo que se pensaba. Este estudio sugiere que la ingesta de grandes cantidades de almidón alteró la microbiota oral en los ancestros de humanos y neandertales, lo que se tradujo en un mayor aporte de glucosa, un ingrediente decisivo para proporcionar calorías extra a un cerebro más grande.

Los hallazgos sugieren que estos alimentos se volvieron importantes en la dieta humana mucho antes de la introducción de la agricultura e incluso antes de la evolución de los humanos modernos. Christina Warinner, profesora de la Universidad de Harvard, afirma que podría haber sido parte de la encefalización o el crecimiento del cerebro humano.

Bacterias orales

La placa dental contiene pistas importantes sobre la alimentación, siendo nuestro microbioma oral, constituido por billones de células microbianas pertenecientes a miles de especies de microorganismos. A partir de esta premisa, un equipo multinacional formado por científicos, decidió estudiar la microbiota hallada en fósiles de humanos modernos y neandertales en busca de pistas sobre la evolución de su alimentación a lo largo de los últimos cien mil años. Utilizando herramientas y métodos recientemente desarrollados, analizaron miles de millones de fragmentos de ADN conservados en la placa fosilizada para reconstruir sus genomas.

Sus conclusiones, publicadas en la revista especializada PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences), sugieren que nuestros antepasados comunes ya se habían adaptado para ingerir grandes cantidades de almidón hace al menos 600.000 años, aproximadamente el mismo período en el que necesitaban más glucosa para alimentar sus cerebros cada vez más grandes.


Según una hipótesis de los investigadores, a medida que los humanos mejoraban la caza de animales y el procesamiento de la carne de sus presas, ingerían una dieta de mayor calidad que se traducía en más aporte energético, indispensable para el alimento de unos cerebros cada día más grandes.

Importancia de la glucosa

Los hallazgos también rechazan la idea de que los neandertales eran principalmente carnívoros. "Para que los ancestros humanos tuvieran un cerebro más grande, necesitaban alimentos energéticos que contuviera glucosa, un componente que no se encuentra en la carne", apunta Christina Warinner.

En el estudio se captó la presencia de cepas particulares de bacterias orales que están especialmente adaptadas para descomponer el almidón. Estas cepas, miembros del género Streptococcus, cuentan con una capacidad especial para unirse a una enzima denominada amilasa, responsable de romper moléculas de glúcidos complejos como el almidón. Tanto los neandertales como los humanos antiguos que estudiaron los científicos tenían estas cepas adaptadas al almidón en su placa dental, mientras que la mayoría de los primates, que se deleitan casi exclusivamente con partes de plantas sin almidón, como frutas, tallos y hojas, casi no tenían estreptococos que podrían descomponer el almidón. Según Warinner, esto es un rasgo evolutivo y muy específico de los humanos.

Una herencia común

Los investigadores sugieren que la microbiota responsable de descomponer y transformar las moléculas de almidón en azúcares se heredó de un ancestro común que vivió hace más de unos 600.000 años, aproximadamente en el momento en que el tamaño del cerebro de nuestros ancestros creció significativamente hasta casi duplicar su tamaño.

La investigación también identificó grupos de bacterias que han sido parte del microbioma oral de humanos y primates durante más de 40 millones de años y que todavía se comparten en la actualidad. Si bien estas bacterias pueden cumplir funciones importantes y beneficiosas, se sabe relativamente poco sobre ellas. 

Esta hipótesis, según Warinner, desvela la importancia del almidón en la dieta y su vinculación con el crecimiento del cerebro de nuestros ancestros.

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