MINERALES DEL CORAZÓN

El cuerpo humano está compuesto por diversos bioelementos, todos ellos con una importancia vital. Esencialmente, tanto nosotros como cualquier forma de vida en la Tierra, precisa de cuatro elementos esenciales: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, el denominado “grupo CHON”. Aunque estos cuatro constituyen el mayor porcentaje, nuestro cuerpo también cuenta con minerales como sodio, calcio, fósforo, magnesio, etc.

De los dieciocho minerales que nuestro organismo necesita para su correcto funcionamiento estos son los principales del corazón.

El calcio es el mineral más abundante en el cuerpo y participa en procesos como la actividad músculo-esquelética, la liberación de neurotransmisores cerebrales y  la coagulación sanguínea. Además, es el componente primordial para fabricar las enzimas.

Sin calcio nuestro corazón se pararía. Así lo demostró Sydney Ringer, médico y fisiólogo inglés, al hallar su papel primordial en la regulación de la actividad eléctrica del corazón. Debido al calcio, 3.000 millones de células musculares del corazón pueden contraerse y relajarse 70-80 veces/minuto, sin descanso, durante toda la vida.

Los cardiomiocitos cuentan con canales del calcio por los que los iones Ca2+ entran y salen de la célula. Los iones sobrantes se almacenan en el retículo sarcoplásmico.

La contractilidad rítmica de los cardiomiocitos, su fuerza y relajación, depende de la perfecta regulación en el intercambio de iones, generadores de la electricidad autónoma cardiaca (potenciales de acción transmembrana). Tras la contracción del corazón (sístole), los iones de calcio salen de la célula permitiendo a las moléculas de actina y miosina volver a su posición elemental, relajando el miocardio (diástole). El calcio controla la entrada y salida de otros iones (sodio, potasio, cloro).

En el interior del cardiomiocito, el potasio (K+) es el principal catión, los fosfatos (PO43-) y las bases de ácidos orgánicos son los aniones; mientras que en el líquido extracelular predominan el sodio (Na+) y cloro (Cl-).

La energía que se necesita para contraer el músculo cardiaco se obtiene del desplazamiento de iones de potasio y sodio a través de la membrana celular.

El automatismo cardiaco radica en la capacidad de despolarizarse espontáneamente, es decir, sin estimulación eléctrica externa a partir del sistema nervioso. Esta despolarización espontánea se debe a que las membranas plasmáticas de las células cardíacas tienen una permeabilidad reducida para el K+, pero permiten el transporte pasivo de iones calcio, lo que permite que se genere una carga neta.

El ion Mg2+ lo encontramos especialmente formando parte de los huesos, varias enzimas y del ATP (adenosintrifosfato), fuente energética primordial para la contracción del corazón. También estabiliza la presión arterial y protege las paredes de las arterias, además de ejercer un papel esencial en la estructura de cadenas genéticas (ADN/ARN).

El magnesio mantiene estable el ritmo cardiaco, garantizando, tras cada contracción, su necesaria relajación. Es un eficaz activador de la ATPasa, enzima que acciona la bomba sodio-potasio, manteniendo el equilibrio iónico celular.

Las uvas tienen multitud de sustancias antioxidantes y minerales que son beneficiosos para las arterias así como para el corazón. En esta fruta abundan los compuestos fenólicos (antocianos, taninos y flavonoides) al igual que minerales como el potasio (del cual se ha hablado previamente).

Los antocianos son los pigmentos responsables de los colores de las uvas rojas y negras y, por tanto, no se encuentran en las blancas. Y a los taninos hay que atribuirles la sensación de astringencia que presentan las uvas verdes.

Según creen los científicos, las sustancias antioxidantes mantienen un estrecho vínculo con enfermedades tales como el cáncer, asimismo con su desarrollo tumoral, dolencias cardiovasculares y la senescencia.

Los antioxidantes que poseen las uvas, como el polifenol natural resveratrol, bloquean la formación de los radicales libres, las sustancias que se generan en el organismo y que se relacionan con dichas enfermedades.

Los antioxidantes flavonoides son vasodilatadores que actúan sobre las arterias, disminuyendo el riesgo de la formación de trombos o coágulos y del depósito en ellas del colesterol.

Calcio, magnesio, vitamina B6 y ácido fólico completan los nutrientes principales de esta fruta, que aporta alrededor de un 11 por ciento de la cantidad diaria necesaria de hierro.

Fuentes: Andalucía Información, La Provincia

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