De los dieciocho minerales que nuestro organismo necesita
para su correcto funcionamiento estos son los principales del corazón.
El calcio es el mineral más abundante en el cuerpo y
participa en procesos como la actividad músculo-esquelética, la liberación de
neurotransmisores cerebrales y la coagulación
sanguínea. Además, es el componente primordial para fabricar las enzimas.
Sin calcio nuestro corazón se pararía. Así lo demostró Sydney
Ringer, médico y fisiólogo inglés, al hallar su papel primordial en la
regulación de la actividad eléctrica del corazón. Debido al calcio, 3.000
millones de células musculares del corazón pueden contraerse y relajarse 70-80
veces/minuto, sin descanso, durante toda la vida.
Los cardiomiocitos cuentan con canales del calcio por los
que los iones Ca2+ entran y salen de la célula. Los iones sobrantes
se almacenan en el retículo sarcoplásmico.
La contractilidad rítmica de los cardiomiocitos, su
fuerza y relajación, depende de la perfecta regulación en el intercambio de
iones, generadores de la electricidad autónoma cardiaca (potenciales de acción
transmembrana). Tras la contracción del corazón (sístole), los iones de calcio
salen de la célula permitiendo a las moléculas de actina y miosina volver a su
posición elemental, relajando el miocardio (diástole). El calcio controla la entrada
y salida de otros iones (sodio, potasio, cloro).
En el interior del cardiomiocito, el potasio (K+)
es el principal catión, los fosfatos (PO43-) y las bases de ácidos
orgánicos son los aniones; mientras que en el líquido extracelular predominan
el sodio (Na+) y cloro (Cl-).
La energía que se necesita para contraer el músculo cardiaco
se obtiene del desplazamiento de iones de potasio y sodio a través de la
membrana celular.
El automatismo cardiaco radica en la capacidad
de despolarizarse espontáneamente, es decir, sin estimulación
eléctrica externa a partir del sistema nervioso. Esta despolarización
espontánea se debe a que las membranas plasmáticas de las células cardíacas
tienen una permeabilidad reducida para el K+, pero permiten el
transporte pasivo de iones calcio, lo que permite que se genere una carga neta.
El ion Mg2+ lo encontramos especialmente formando
parte de los huesos, varias enzimas y del ATP (adenosintrifosfato), fuente
energética primordial para la contracción del corazón. También estabiliza la
presión arterial y protege las paredes de las arterias, además de ejercer un
papel esencial en la estructura de cadenas genéticas (ADN/ARN).
El magnesio mantiene estable el ritmo cardiaco,
garantizando, tras cada contracción, su necesaria relajación. Es un eficaz
activador de la ATPasa, enzima que acciona la bomba sodio-potasio,
manteniendo el equilibrio iónico celular.
Los antioxidantes que poseen las uvas, como el polifenol
natural resveratrol, bloquean la formación de los radicales libres, las
sustancias que se generan en el organismo y que se relacionan con dichas
enfermedades.
Los antioxidantes flavonoides son vasodilatadores que actúan
sobre las arterias, disminuyendo el riesgo de la formación de trombos o
coágulos y del depósito en ellas del colesterol.
Calcio, magnesio, vitamina B6 y ácido fólico completan los nutrientes principales de esta fruta, que aporta alrededor de un 11 por ciento de la cantidad diaria necesaria de hierro.
Fuentes: Andalucía Información, La Provincia
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