Todo lo que hace el cuerpo humano, necesita energía, y cualquier interrupción en su generación, está relacionada con una amplia gama de enfermedades. En estas factorías energéticas, que transforman el azúcar y la grasa, la coenzima Q10, una molécula popularizada por la industria cosmética juega un papel fundamental, mucho más allá de los posibles beneficios estéticos. Un estudio conjunto del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo (Universidad Pablo de Olavide -UPO- y CSIC), del Laboratorio de Fisiopatología Celular y Bioenergética (UPO) y el Ciberer del Instituto de Salud Carlos III advierte de que la escasez de esta sustancia está infradiagnosticada y propone nuevas técnicas para analizar su presencia en la sangre y las necesidades de tratamiento.
La coenzima Q10 está presente de forma natural en las células, ayuda a las mitocondrias a producir la energía necesaria para todas las funciones del cuerpo. Según Guillermo López Lluch, es esencial en el transporte de electrones. La deficiencia de la coenzima genera una insuficiencia energética que puede provocar o contribuir a trastornos mitocondriales, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y patologías neurodegenerativas. El cerebro, el corazón y los músculos son los órganos que más energía necesitan y son especialmente vulnerables a un déficit de la misma. En nuestros primeros años de vida, los niveles de coenzima Q10 son elevados, pero factores como el envejecimiento, el estrés y el consumo de tabaco o malos hábitos alimenticios, reducen progresivamente su presencia en los tejidos que más la necesitan como el hígado o el corazón, comenzando a disminuir, a partir de los 20 años, la síntesis interna de coenzima Q10. Es por ello, que con la edad, el déficit se incrementa progresivamente y se intensifica la necesidad del uso de complementos alimenticios que garanticen ese aporte energético.
López Lluch identifica dos tipos de deficiencias de Q10:
-Primaria: se produce en personas que no pueden sintetizarla, principalmente por causas genéticas.
-Secundaria: puede ser causa o consecuencia de enfermedades crónicas, como la diabetes, neurodegenerativas o por el envejecimiento, ya dicho anteriormente.
La investigación, liderada por Plácido Navas Lloret, catedrático de biología celular de la UPO, advierte que las deficiencias de Q10, en especial las secundarias, están “subestimadas”, ya que muchas de sus manifestaciones clínicas se comparten con otras patologías o porque, en el caso de las primarias, no se reportan las mutaciones genéticas dominantes responsables de la enfermedad. Este infra diagnostico lleva a una equivocada baja prevalencia de la insuficiencia de la CoQ10 en las células, que puede conducir a la enfermedad mitocondrial porque esta molécula participa en las funciones celulares vitales, según el estudio.
López Lluch añade que la presencia de la enzima en la sangre ayuda con el colesterol, evita daños en las arterias y tiene beneficios en el sistema inmunológico, entre otras virtudes.
La investigación advierte de que la deficiencia secundaria de CoQ10 podría estar presente en un número significativo de pacientes sin manifestaciones clínicas típicas o que incluso puede haber pacientes con niveles dentro del rango, pero cerca del umbral inferior. En estos casos, los investigadores aseguran que el diagnóstico sería posible con métodos bioquímicos y genéticos que, además, permitieran conocer el estado de la Q10 en sangre (oxidación o reducción) y diferenciar cuando un defecto en la síntesis es el origen de la enfermedad o la consecuencia. Este tipo de análisis ayudarían a mejorar el diagnóstico y a comprender los procesos afectados.
La importancia del diagnóstico es fundamental porque la deficiencia, en la mayoría de los casos, se puede corregir mediante la dieta o con suplementos específicos.
López Lluch identifica dos tipos de deficiencias de Q10:
-Primaria: se produce en personas que no pueden sintetizarla, principalmente por causas genéticas.
-Secundaria: puede ser causa o consecuencia de enfermedades crónicas, como la diabetes, neurodegenerativas o por el envejecimiento, ya dicho anteriormente.
La investigación, liderada por Plácido Navas Lloret, catedrático de biología celular de la UPO, advierte que las deficiencias de Q10, en especial las secundarias, están “subestimadas”, ya que muchas de sus manifestaciones clínicas se comparten con otras patologías o porque, en el caso de las primarias, no se reportan las mutaciones genéticas dominantes responsables de la enfermedad. Este infra diagnostico lleva a una equivocada baja prevalencia de la insuficiencia de la CoQ10 en las células, que puede conducir a la enfermedad mitocondrial porque esta molécula participa en las funciones celulares vitales, según el estudio.
López Lluch añade que la presencia de la enzima en la sangre ayuda con el colesterol, evita daños en las arterias y tiene beneficios en el sistema inmunológico, entre otras virtudes.
La investigación advierte de que la deficiencia secundaria de CoQ10 podría estar presente en un número significativo de pacientes sin manifestaciones clínicas típicas o que incluso puede haber pacientes con niveles dentro del rango, pero cerca del umbral inferior. En estos casos, los investigadores aseguran que el diagnóstico sería posible con métodos bioquímicos y genéticos que, además, permitieran conocer el estado de la Q10 en sangre (oxidación o reducción) y diferenciar cuando un defecto en la síntesis es el origen de la enfermedad o la consecuencia. Este tipo de análisis ayudarían a mejorar el diagnóstico y a comprender los procesos afectados.
La importancia del diagnóstico es fundamental porque la deficiencia, en la mayoría de los casos, se puede corregir mediante la dieta o con suplementos específicos.
Marni Falk, autora de un trabajo publicado en Molecular Genetics and Metabolism, explica que la enfermedad mitocondrial es el resultado de fallos de funcionamiento en las “baterías” generadoras de energía que alimentan nuestras células. Añade que muchos pacientes toman vitaminas y suplementos sobre una base empírica, confiando en la suposición de que esto, de alguna manera, beneficia su metabolismo celular alterado. Desafortunadamente, la mayoría de estos compuestos no están actualmente regulados o comparados con otros para determinar cuál puede ser el más eficaz en cualquier tipo dado de enfermedad mitocondrial.
Un ensayo clínico de la Universidad de Colorado Boulder ha probado durante seis semanas con 20 personas sanas de 60 a 79 años un suplemento de 20 miligramos diarios con Q10. El resultado proporcionó beneficios en el endotelio, el revestimiento de los vasos sanguíneos, y en el aumento del flujo sanguíneo. Según el autor principal, Matthew Rossman, este es el primer ensayo clínico para evaluar el impacto de un antioxidante específico de las mitocondrias en la función vascular en los seres humanos y sugiere que puedan ser una verdadera promesa para reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares relacionadas con la edad.
Fuentes: El País, El Economista.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por comentar. Te rogamos que seas preciso y educado en tus comentarios.