LA CLAVE DE LA LONGEVIDAD HUMANA

Un estudio de genómica comparada, el más grande realizado hasta la fecha, ha permitido identificar más de 2.000 genes vinculados a la longevidad humana gracias a la información genética y fenotípica de 57 especies de mamíferos. El trabajo abre la puerta al desarrollo de nuevas dianas terapéuticas para tratar enfermedades relacionadas con el envejecimiento humano.

¿Qué determina la esperanza de vida de cada especie? Esta es una cuestión fundamental y muy compleja que ha despertado la curiosidad en el ámbito científico a lo largo de la historia. Desde el punto de vista evolutivo, la mayor causa de estas diferencias entre especies recae en sus adaptaciones ecológicas.

En el caso de los mamíferos, estos presentan una enorme variación, que va desde especies de vida corta como las musarañas y los ratones, que llegan con suerte a los dos años de vida, hasta especies de larga vida como las ballenas, que pueden vivir hasta 200 años. En cuanto a los humanos, potencialmente podemos vivir 120 años, y de media todos somos muy longevos. Las claves de nuestra larga esperanza de vida, sin embargo, todavía se desconocen en buena medida.

Hasta ahora, la mayoría de estudios han buscado los genes de la longevidad humana comparando genomas dentro de nuestra especie. No obstante, las mutaciones observadas solo pueden explicar la moderada variabilidad –de decenas de años– en la esperanza de vida de los humanos modernos, mucho menor que la variación observada entre el resto de mamíferos.

Ahora un equipo de investigación internacional liderado por investigadores del Instituto de Biología Evolutiva, un centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universitat Pompeu Fabra, ha identificado más de 2.000 nuevos genes vinculados a la longevidad en humanos a partir de un estudio evolutivo de genómica comparada que ha incluido hasta 57 especies de mamíferos.

Los genes detectados intervienen en mecanismos biológicos que tienen que ver con el alargamiento de la vida en los mamíferos, como la reparación del ADN, la coagulación o la respuesta inflamatoria, y codifican proteínas más estables en las especies que viven más años. En conjunto, las mutaciones observadas reflejan en buena medida la variabilidad en la longevidad de las poblaciones humanas actuales. “Utilizando la variación que hay entre otras especies de mamíferos, puedes aproximarte mucho más a identificar otros cambios que están en la naturaleza de la longevidad y que quizás no nos diferencian a nivel genético significativamente entre humanos”, comenta el coautor del estudio Gerard Muntané.
Uno de los efectos que se observan en todos los mamíferos a partir de cierta edad es que el proteoma se desestabiliza, por motivos que todavía no se conocen muy bien. Con el tiempo, las proteínas se vuelven inestables, y esto contribuye a la decadencia fisiológica general. Las proteínas que se desestabilizan en cada especie lo hacen a edades muy diferentes.

A raíz de este estudio, el equipo de investigación ha descubierto que las proteínas que contienen cambios de aminoácidos en los organismos más longevos, son significativamente más estables que las proteínas de los organismos de vida más corta. “Consideramos que una proteína es más estable cuando sigue haciendo su función durante más tiempo dentro de la célula sin degradarse. Con nuestra aproximación, hemos visto que esta estabilización genérica del proteoma se encuentra fundamentalmente en los genes que hemos detectado como vinculados a la edad y la longevidad”, comenta Muntané.

Esta investigación abre la puerta al desarrollo de nuevas dianas terapéuticas para tratar enfermedades relacionadas con el envejecimiento en humanos. Los resultados de este estudio demuestran el potencial de la aproximación a la medicina desde el punto de vista de la evolución.

La metodología desarrollada por el equipo de investigación podría ser empleada para responder a otras cuestiones relacionadas con la salud humana en el futuro. “Podríamos estudiar cualquier carácter de la salud o enfermedad humana, como la presión sanguínea, el colesterol o el cáncer, siguiendo la misma aproximación”, concluye Muntané.

Fuente: Agencia SINC

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