ETAPAS HUMANAS DE LA VIDA METABÓLICA

El cuerpo humano es una máquina compleja que necesita mucha energía para funcionar correctamente. El metabolismo se encarga de transformar los alimentos que ingerimos en el combustible que permite realizar cualquier actividad a través de un conjunto de reacciones químicas.

Un análisis sin precedentes sobre cómo el organismo usa la energía, explica que aumentar de peso cuando nos hacemos mayores no puede atribuirse a la desaceleración del metabolismo.

El estudio analizó datos de 6.421 personas de 29 países cuyas edades iban desde los 8 días de nacidos hasta los 95 años. Encontró cuatro etapas de la vida metabólica. 

La primera de ellas comprende los primeros 12 meses de vida. En este momento la energía alcanza unos niveles insólitos, hasta un 50 % más con respecto a los adultos. Los autores del trabajo quedaron absortos ante tal el gasto energético. «Las bebés queman energía mucho más rápido incluso que los niños. Lo hacen de una manera tan veloz que casi podríamos hablar de que somos una especie diferente durante los primeros meses de vida», confiesa el biólogo evolutivo de la Universidad de Duke Herman Pontzer, quien dirigió esta investigación que cuenta con más de 80 coautores.

Teresa Martínez, jefa de servicio de endocrinología en el Chuac confirma que en el momento inicial hay mucho gasto energético por parte del cerebro, que está en pleno desarrollo. El cráneo todavía está abierto y se va cerrando en un proceso que dura unos 12 meses y que supone un gasto energético bestial.

El segundo período abarca desde el primer año hasta los 20 y en el cual el gasto energético se mantiene alto. «Está muy influenciado por la cantidad de grasa, que es mucho menor en los niños que en los adultos. También por la actividad física. Hasta los 20 años las personas se mueven mucho», apunta Martínez. En esta etapa la gestión de la energía resulta de vital importancia porque determina el ritmo de crecimiento.

A partir de los 20 y hasta los 60 años se produce una estabilización del metabolismo. El trabajo no encontró una justificación para que las personas engorden como consecuencia del avance de la edad. La tasa metabólica no varía en estos momentos. Los cambios hormonales, el estrés, las enfermedades, el crecimiento y los niveles de actividad influyen en el apetito, la energía y el peso corporal. Además, la disminución de la movilidad y las cantidades mayores de ingesta de alimentos con respecto a anteriores generaciones son también muy influyentes. « En definitiva, es más una cuestión de los malos hábitos que del metabolismo», reconoce Teresa Martínez.

La ciencia también respalda a través de este estudio el concepto de jubilación a partir de los 60 años, cuando comienza también la cuarta y última etapa, en la que el gasto metabólico comienza a descender drásticamente, hasta un 26 %. «A partir de la menopausia se produce una redistribución del gasto corporal. A medida que entramos en la senectud incluso se tiende a perder peso porque el apetito ya no es el mismo», concluye.

Los autores del estudio piden que los datos se tengan en cuenta a la hora de diseñar políticas públicas de salud que pretendan mejorar el bienestar de una población con una esperanza de vida media de 80 años.

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