Un nuevo estudio de la Universidad Estatal de Ohio (Estados Unidos) llevado a cabo en ratones demostró que el trasplante de grasa parda puede minimizar los componentes de riesgo de la diabetes de tipo 2 tras un infarto, lo cual podría abrir la puerta a dar uso de las características beneficiosas de la llamada grasa "buena" a fármacos que logren contribuir a prevenir problemas de salud. En la investigacíon, el trasplante de tejido graso pardo en el vientre de ratones obesos salvaguardó a los animales del desarrollo de intolerancia a la glucosa, un rasgo distintivo de la diabetes de tipo 2, tras un infarto leve.
La activación de los genes involucrados con los efectos negativos tras el infarto se disminuyó en los ratones trasplantados, lo cual indica que el tejido graso marrón (o adiposo) 'habla' con otros tejidos corporales de manera que perjudica a diferentes procesos relacionados con el metabolismo. En este análisis, los ratones trasplantados con tejido adiposo marrón seguían siendo obesos, pero más sanos a partir de la perspectiva del metabolismo.
El tejido adiposo marrón anuló la intolerancia a la glucosa inducida por el infarto. ´´La grasa marrón segrega algo, y si tenemos la posibilidad de detectar aquello que se libera, podemos dirigirnos a ello como terapia´´, asegura Kristin Stanford, creadora principal de este estudio, que se encuentra publicado en la revista 'International Journal of Obesity'.
Las indagaciones clínicas han demostrado que, tras un infarto leve, los individuos son más sensibles a desarrollar resistencia a la insulina e intolerancia a la glucosa, de modo que, son más propensos de padecer un segundo infarto. Todos los ratones del experimento fueron alimentados con una dieta alta en grasas a lo largo de 8 semanas antecedentes de ser divididos en sectores experimentales. Los investigadores trasplantaron grasa marrón de ratones donantes al vientre del conjunto empírico.
Dieciséis semanas más tarde, la mitad de los ratones fueron sometidos a una intervención en la que se obstruyó una arteria coronaria, induciendo un leve ataque al corazón. Los ratones, todos ellos machos, se mantuvieron con la dieta alta en grasas y fueron controlados a lo largo de las 24 semanas siguientes al infarto. En aquel instante, los ratones que habían sufrido un infarto pero no habían recibido trasplantes de tejido adiposo marrón habían desarrollado diabetes de tipo 2. Los ratones que habían recibido trasplantes de tejido adiposo marrón, aunque seguían siendo obesos, mantenían una tolerancia usual a la glucosa.
El tejido trasplantado tuvo otros efectos protectores a largo plazo contra los inconvenientes observados en otros ratones tras el infarto, evitando el incremento del tamaño de la cámara del ventrículo izquierdo del corazón y previniendo el bajón de la tolerancia al ejercicio. La grasa parda es exitosa por sus características generadoras de calor, sin embargo es complicada de hallar en el cuerpo maduro, con pequeñas porciones intercaladas entre los omóplatos.
El procedimiento de trasplante podría contribuir a los investigadores en su indagación de la teoría de la comunicación cruzada de los tejidos. El tejido graso marrón se alojó en el abdomen de los animales entre los pliegues de tejido adiposo blanco visceral, el tipo de grasa más exuberante en el cuerpo humano de los mamíferos.
El personal de la investigación analizó los cambios posteriores al infarto en la expresión de casi 100 genes involucrados con la inflamación, la cicatrización, la señalización de la insulina, el trasplantar la grasa 'buena' podría minimizar los efectos de un infarto en el metabolismo de la glucosa y funcionalidades celulares concretas en la grasa parda y blanca, el hígado, el corazón y los músculos de todos los ratones.
La presencia de grasa parda anuló una secuencia de activaciones genéticas dañinas tras el infarto, lo cual lleva a los examinadores a sugerir que la grasa parda pueda ser una clave para prevenir los cambios metabólicos que damnifiquen la salud de los pacientes obesos con patologías cardiovasculares.
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