GENES QUE REPARAN NEURONAS

El Instituto de Biología Celular y Genómica y el Instituto de investigación Biomédica de Salamanca han realizado una investigación en la que se han revelado ciertas variantes genéticas que condicionan la reparación de las neuronas tras un ictus. Este descubrimiento permitirá determinar si un paciente que lo ha sufrido tiene un buen o un mal pronóstico.

Tras 5 años intentando identificar los mecanismos que producen la muerte de las neuronas después de un ictus isquémico, que consiste en el accidente cerebrovascular producido tras la obstrucción de un vaso sanguíneo del cerebro, y además buscar unos biomarcadores que sirvan de pronóstico en pacientes que han sufrido este accidente, el equipo de investigación ha publicado un artículo en el que explica su resultado.

En este tipo de ictus se relaciona el mal pronóstico con un aumento de muerte de neuronas y, por lo tanto, una peor recuperación. Por ello, esta investigación ha analizado la capacidad de reparación del ADN de las neuronas afectadas debido a que la única forma que tienen las neuronas de recuperarse es la reparación del ADN, ya que estas no se pueden dividir.

Un accidente cerebrovascular provoca un aumento significativo de unas moléculas conocidas como radicales libres que producen roturas en la doble cadena del ADN. Los investigadores han identificado una proteína que responde ante esta situación llamada WRAP53. El proceso que realiza esta proteína consiste en dirigirse al núcleo y reclutar proteínas que van a reparar el ADN, por tanto cuanto antes llegue esta proteína, antes se reparan las neuronas dañadas y más rápido recuperan sus funciones.

Además, los autores del trabajo han identificado un polimorfismo en el gen que codifica para dicha proteína y debido a esto, se pueden producir dos proteínas diferentes. Esta mutación es fisiológica por lo que la población puede sintetizar cualquiera de estas dos proteínas. La mutación se debe a una variación en un solo aminoácido que puede ser glicina o arginina. Este pequeño cambio conlleva que algunos pacientes tengan un mejor pronóstico que otros. La diferencia se expresa en la rapidez con la que va la proteína al núcleo. Es por esto que en algunos individuos la proteína WRAP53 llega antes al núcleo y en otros más tarde, lo que diferencia un pronóstico grave de uno fácilmente recuperable.

Para que los pacientes se puedan beneficiar de este avance, el siguiente paso será realizar un estudio genético a las personas que sufren un ictus. “Si sabemos de antemano, inmediatamente tras un ictus, cuál es la genética de esa persona, podremos predecir su pronóstico. En los pacientes que tengan los polimorfismos que hemos identificado como de mal pronóstico, hay que considerar que probablemente van a necesitar una mayor rehabilitación, con medidas más activas que intenten paliar en lo posible el daño”, apunta Almeida.

Fuentes: CSIC, DiCYT

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