MÁS DE 5.000 PLANETAS FUERA DEL SISTEMA SOLAR



Los dos primeros exoplanetas, como se denominan los mundos fuera de nuestro sistema solar, fueron descubiertos en 1992 alrededor de un púlsar, una extraña estrella de neutrones. Desde entonces, la lista no ha parado de crecer gracias a las nuevas misiones, instrumentos y técnicas de detección.

Cada cierto tiempo, un equipo de investigadores anuncia el hallazgo de uno o varios planetas nuevos, algunos formando parte de un mismo sistema. Hoy, treinta años después, ya han sido confirmados más de 5.000 mundos extrasolares, un hito científico que acaba de confirmar la NASA. Y, con toda seguridad, hay muchos más esperando.

La marca se superó el 21 de marzo, cuando un conjunto de 65 exoplanetas fue añadido al Archivo de Exoplanetas de la agencia espacial estadounidense. El archivo registra los descubrimientos de mundos extrasolares que han sido confirmados utilizando múltiples métodos de detección o mediante técnicas analíticas.

Entre los 5.005 planetas encontrados hasta ahora, los hay pequeños y rocosos como la Tierra, gigantes gaseosos muchas veces más grandes que Júpiter y 'Júpiter calientes' en órbitas abrasadoramente cercanas alrededor de sus estrellas. También hay supertierras, que son posibles planetas rocosos más grandes que el nuestro, y minineptunos, versiones más pequeñas del Neptuno de nuestro sistema. Algunos planetas orbitan dos estrellas a la vez y otros orbitan obstinadamente los restos de estrellas colapsadas.

«No es solo un número», dice Jessie Christiansen, directora científica del archivo y científica investigadora del Exoplanet Science Institute de la NASA en el Instituto de Tecnología de California (Caltech), en Pasadena. «Cada uno de ellos es un mundo nuevo, un planeta nuevo. Me emociono con cada uno porque no sabemos nada sobre ellos», afirma.

Los astrónomos creen que nuestra galaxia contiene probablemente cientos de miles de millones de esos planetas. El ritmo constante del descubrimiento comenzó en 1992 con nuevos y extraños planetas que orbitaban una estrella aún más extraña. Era un tipo de estrella de neutrones conocida como púlsar, un cadáver estelar que gira rápidamente y pulsa con ráfagas de milisegundos de radiación abrasadora. La medición de ligeros cambios en el tiempo de los pulsos permitió a los científicos revelar planetas en órbita alrededor del púlsar.

«Encontrar solo tres planetas alrededor de esta estrella giratoria abrió las compuertas», dice Alexander Wolszczan, autor principal del artículo que, hace 30 años, reveló los primeros planetas confirmados fuera de nuestro sistema solar. «Si puedes encontrar planetas alrededor de una estrella de neutrones, los planetas tienen que estar básicamente en todas partes», señala Wolszczan. «El proceso de creación de planetas tiene que ser muy robusto».

Wolszczan, quien sigue buscando exoplanetas como profesor en Penn State, sostiene que estamos abriendo una era de descubrimiento que irá más allá de simplemente añadir nuevos planetas a la lista.

El Transiting Exoplanet Survey Satellite (TESS), lanzado en 2018, continúa descubriendo nuevos exoplanetas. Pero pronto, innovadores telescopios con instrumentos altamente sensibles, como el Telescopio Espacial James Webb, lanzado recientemente, capturarán la luz de las atmósferas de los exoplanetas, descifrando qué gases están presentes en ellas para identificar signos reveladores de condiciones habitables.

El Telescopio Espacial Nancy Grace Roman, que se lanzará en 2027, hará nuevos descubrimientos de exoplanetas utilizando una variedad de métodos. La misión ARIEL de la Agencia Espacial Europea (ESA), que se lanzará en 2029, observará atmósferas de exoplanetas; una pieza de tecnología de la NASA a bordo, llamada CASE, ayudará a estudiar las nubes y neblinas de los exoplanetas.

«En mi opinión, es inevitable que encontremos algún tipo de vida en alguna parte, muy probablemente de algún tipo primitivo», indica Wolszczan. «La estrecha conexión entre la química de la vida en la Tierra y la química que se encuentra en todo el universo, así como la detección de moléculas orgánicas, sugiere que la detección de la propia vida es solo cuestión de tiempo».

Fuentes: ABC, NASA

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