EL DESIERTO NOS INGIERE

La codicia humana desertifica, el abandono del campo desertifica, los incendios desertifican... Hasta el agua, cuando cae en torrente y arrastra, a su paso, el último pálpito de vida en los suelos yermos. El cambio climático también desertifica, pero no conviene olvidar que, como el resto de elementos de la lista anterior, también es obra de la acción humana.
La desertización supone un gran peligro para la raza humana, pero este no es otro reportaje apocalíptico sobre cómo el aumento de la temperatura global y la escasez de agua tumbarán nuestro modo de vida, sino todo lo contrario: habla sobre qué están haciendo la voluntad y el conocimiento humanos para contener o revertir el fenómeno. Fernando Maestre ha trabajado en una investigación que ha empleado inteligencia artificial para medir la extensión de los bosques que aún sobreviven en las zonas áridas del planeta y predecir su evolución futura a partir del clima de cada zona en el pasado. 

''No podemos cambiar el clima de una zona y es bastante lenta y limitada nuestra capacidad para controlar el cambio climático y las sequías, inundaciones, la inestabilidad atmosférica y la desertificación acelerada que supone'', argumenta Weisbrod. ''Pero la investigación debería ayudarnos a desarrollar soluciones sostenibles para vivir en el desierto y crear agricultura provechosa en él''.

Israel es el claro ejemplo de que se puede lograr. Varias décadas de investigación han conseguido auténticos milagros en un país compuesto en un 95% por tierras áridas y en el que, el Neguev acaparan un 60% del territorio nacional. 

''Tenemos repartidos por el Neguev muchos limans, arboledas plantadas en torno a micro-cuencas hacia las que canalizamos el agua de las riadas; desarrollamos cosechas con alta tolerancia a condiciones extremas, implementamos sistemas de riego más adecuados para el desierto...'' 

Solo la influencia del hombre en este terreno permite explicar que el ritmo de la degradación sea actualmente más de 30 veces superior al ritmo histórico, según el estudio de la ONU. El desierto se traga 24.000 millones de toneladas de suelo fértil al año, sobre todo en los ecosistemas áridos, que representan el 41% de la superficie del planeta. La propia ONU prevé un panorama sombrío: para 2050 se habrán perdido 1,5 millones de kilómetros cuadrados de tierras agrícolas, el equivalente a todas la tierra de cultivo de la India. Y las de la comisión Europea no son mejores: más de 50 millones de personas podrían tener que desplazarse en las próximas tres décadas para huir de la escasez de alimento y agua. 

''Si el suelo se degrada y pierde la capacidad de mantener la vegetación, ecosistemas naturales y cultivos producidos, lo perdemos todo''. Aclara Fernando Maestre, que no duda en alentar de que estamos degradando el suelo a pasos agigantados por lo mal que lo tratamos y es algo que cuesta mucho recuperar.

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