Un descubrimiento fortuito de una toxina que hace vomitar a los cerdos ha sido la sorprendente clave para desentrañar el misterio. El hallazgo, publicado en la revista 'Astrobiology', apoya con pruebas una de las historias que circulaba como posible origen. En 1935, el coleccionista estadounidense de meteoritos Harvey Nininger contó que un estudiante negro de la Universidad de Purdue -del que, hasta la fecha, se desconoce el nombre- fue testigo de la caída del meteorito y vio cómo aterrizó en el estanque en el que él mismo estaba pescando. Lo recuperó del lodo y lo donó a la universidad. Sin embargo, no se dejó ningún registro al respecto y nunca ha podido corroborar esta historia.
Casi un siglo después desde que Farrington encontrara a Lafayette, Áine O'Brien, investigadora de la Facultad de Ciencias Geográficas y de la Tierra de la Universidad de Glasgow, analizó su composición con una pequeña muestra utilizando espectrometría de masas. O'Brien buscaba detalles aún desconocidos sobre la presencia de moléculas orgánicas preservadas en la roca marciana, lo que podría ser muy útil en la búsqueda de vida pasada en el planeta vecino.
Entre los miles de metabolitos revelados en el análisis, O'Brien encontró uno bastante sorprendente y 'terrenal': el deoxinivalenol o DON, una 'vomitoxina' que se encuentra en F. graminearum, un hongo que contamina los cultivos de cereales como el maíz, el trigo y la avena. Esta toxina provoca enfermedades en humanos y animales cuando se ingiere, y los cerdos se ven particularmente afectados.
Intrigada por la presencia de la vomitoxina en el meteorito marciano, O'Brien lo comentó con colegas que estaban familiarizados con la historia del aterrizaje en el fango de Lafayette. Sus compañeros le dieron la clave de que era posible que el polvo de los cultivos en las tierras agrícolas vecinas transportara el deoxinivalenol a las vías fluviales circundantes, contaminando el estanque en el que después cayó Lafayette. Así es como la roca podría haber 'captado' parte de estas toxinas y guardarlas hasta ahora.
O'Brien recurrió a los investigadores del Departamento de Agronomía y del Departamento de Botánica y Patología Vegetal de su universidad para obtener más información sobre la prevalencia histórica del hongo en el condado de Tippecanoe, en Indiana, donde se encuentra Purdue. Sus registros mostraron que causó una caída del 10% al 15% en el rendimiento de los cultivos en 1919 y otra disminución, esta vez menos pronunciada, en 1927 -la prevalencia más alta en los 20 años anteriores a 1931, cuando se identificó el meteorito-. «Con una mayor prevalencia del hongo, existe una mayor probabilidad de que se lleve más allá de los límites de las tierras de cultivo», señalan los autores.
Pero las pesquisas no terminaron ahí: buscando en el registro de avistamientos de bolas de fuego (los meteoritos se calientan a medida que descienden a través de la atmósfera de la Tierra, provocando un brillante rayo que cruza el cielo), se encontraron informes de avisos en el sur de Michigan y el norte de Indiana el 26 de noviembre de 1919, y otro en 1927 en Tilden, en Illinois
Además, los archivistas de la Universidad de Purdue también revisaron los anuarios de 1919 y 1927 en busca de estudiantes negros matriculados en ese momento: Julius Lee Morgan y Clinton Edward Shaw, de la promoción de 1921, y Hermanze Edwin Fauntleroy, de la promoción de 1922, se matricularon en Purdue en 1919. Un cuarto hombre, Clyde Silance, estudiaba en Purdue en 1927. Los investigadores concluyen que es posible que uno de estas cuatro personas fuera el descubridor de Lafayette, tal y como sostenía el coleccionista.
Además, los archivistas de la Universidad de Purdue también revisaron los anuarios de 1919 y 1927 en busca de estudiantes negros matriculados en ese momento: Julius Lee Morgan y Clinton Edward Shaw, de la promoción de 1921, y Hermanze Edwin Fauntleroy, de la promoción de 1922, se matricularon en Purdue en 1919. Un cuarto hombre, Clyde Silance, estudiaba en Purdue en 1927. Los investigadores concluyen que es posible que uno de estas cuatro personas fuera el descubridor de Lafayette, tal y como sostenía el coleccionista.
O'Brien recurrió a los investigadores del Departamento de Agronomía y del Departamento de Botánica y Patología Vegetal de su universidad para obtener más información sobre la prevalencia histórica del hongo en el condado de Tippecanoe, en Indiana, donde se encuentra Purdue. Sus registros mostraron que causó una caída del 10% al 15% en el rendimiento de los cultivos en 1919 y otra disminución, esta vez menos pronunciada, en 1927 -la prevalencia más alta en los 20 años anteriores a 1931, cuando se identificó el meteorito-. «Con una mayor prevalencia del hongo, existe una mayor probabilidad de que se lleve más allá de los límites de las tierras de cultivo», señalan los autores.
Pero las pesquisas no terminaron ahí: buscando en el registro de avistamientos de bolas de fuego (los meteoritos se calientan a medida que descienden a través de la atmósfera de la Tierra, provocando un brillante rayo que cruza el cielo), se encontraron informes de avisos en el sur de Michigan y el norte de Indiana el 26 de noviembre de 1919, y otro en 1927 en Tilden, en Illinois
Además, los archivistas de la Universidad de Purdue también revisaron los anuarios de 1919 y 1927 en busca de estudiantes negros matriculados en ese momento: Julius Lee Morgan y Clinton Edward Shaw, de la promoción de 1921, y Hermanze Edwin Fauntleroy, de la promoción de 1922, se matricularon en Purdue en 1919. Un cuarto hombre, Clyde Silance, estudiaba en Purdue en 1927. Los investigadores concluyen que es posible que uno de estas cuatro personas fuera el descubridor de Lafayette, tal y como sostenía el coleccionista.
Además, los archivistas de la Universidad de Purdue también revisaron los anuarios de 1919 y 1927 en busca de estudiantes negros matriculados en ese momento: Julius Lee Morgan y Clinton Edward Shaw, de la promoción de 1921, y Hermanze Edwin Fauntleroy, de la promoción de 1922, se matricularon en Purdue en 1919. Un cuarto hombre, Clyde Silance, estudiaba en Purdue en 1927. Los investigadores concluyen que es posible que uno de estas cuatro personas fuera el descubridor de Lafayette, tal y como sostenía el coleccionista.
O'Brien explica que parte del valor de Lafayette es su buena conservación, «lo que significa que debe haber sido recuperado rápidamente después su aterrizaje», tal y como sugiere la historia de Nininger. «La rara combinación entre la rápida recogida de la roca y el pequeño rastro de contaminación que recogió durante el breve tiempo que estuvo en el lodo ha hecho posible este trabajo».
«El meteorito de Lafayette es muy especial para Purdue, particularmente ahora que tenemos un próspero grupo de investigación de ciencia planetaria -señala por su parte Marissa Tremblay, del Departamento de Ciencias Planetarias, Atmosféricas y de la Tierra de dicha universidad-. Estas nuevas observaciones nos han ayudado a demostrar que la historia del origen de Lafayette es plausible. Espero que esto genere una investigación histórica adicional, para que algún día podamos dar crédito a quien descubrió a Lafayette
Fuente: ABC
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