LO QUE EL GENOMA HUMANO LE DEBE A LOS GUISANTES


Gregor Mendel es considerado padre de la genética, monje agustino y botánico. A pesar de ser uno de los descubridores más importante de la
ciencia, su trabajo no fue valorado hasta 30 años más tarde de su publicación.

Mendel utilizó para sus estudios la planta del guisante (Pisum sativum) y después de analizar los resultados obtenidos de sus experimentos, promulgó sus 3 famosas leyes de la genética.

Primera Ley de Mendel o principio de uniformidad, Segunda ley o principio de segregación y Tercera ley de Mendel o principio de combinación Independiente.

Para su estudio uso este tipo de plantas por ser baratas, no ocupan mucho espacio, tienen un ciclo reproductivo corto, originan muchos descendientes, tienen variabilidad genética y es una planta que es capaz de autofecundarse.

Su trabajo se publicó en La revista de la sociedad de Ciencias Naturales de Brno en 1965 con el título “experimentos sobre híbridos de planta”, pensándote en esa época que este trabajo no aportaba nada nuevo. El propio Mendel pensaba que solo se podía explicar a ciertos rasgos y ciertas especies, pero posteriormente se demostró ser de aplicación general a todas las especies y pasaría a ser uno de los principios fundamentales de la biología.

Décadas después, a la muerte de Mendel, su trabajo era prácticamente desconocido, siendo otros genetistas, biólogos y botánicos notables Hugo De Vries en Holanda, Carl Correns en Alemania y Erich Von Tschermak en Austria, los que basándose en los principios de este, llevaron a cabo Investigaciones sobre la herencia genética, recibiendo un impulso decisivo cuando en 1953 se descubrió la estructura del ADN, la famosa doble hélice. Posteriormente, se comenzaría a leer el ADN y en 2001 se secuenció el genoma humano, tras doce años de investigación en la que se invirtieron tres mil millones de dólares, aproximadamente un dólar por cada nucleótido.

Su trabajo fue en muchas ocasiones menospreciado por los darwinistas, ya que estos afirmaban que esos descubrimientos eran irrelevantes para la teoría de la evolución. El propio Mendel parecía estar de acuerdo con ello, llegando a pronunciar las palabras: “He visto todo el trabajo allí, y cuanto más lo veo, más estoy convencido de que el Mendelismo no tiene nada que ver con la evolución”.
 

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