Más de 100.000 personas tuvieron que ser evacuadas a consecuencia del accidente nuclear de Chernóbyl en 1986, y también hubo que sacrificar animales abandonados que quedaron en la llamada zona de exclusión.
Hubo algunos perros que lograron evitar este destino, y ahora hay muchos descendientes de esos perros. Que sepamos, esta zona de exclusión no se ha convertido en un páramo inhabitable de tonos ocres, sino que ha visto una prodigiosa expansión de flora y fauna.
Estos caninos domésticos son genéticamente distintos, según un estudio científico reciente realizado por Gabriella Spatola en 302 perros salvajes que viven en las áreas de Pripyat y Chernóbyl. Con quince estructuras genéticas distintas que no se comparten con otros perros en todo el mundo, las poblaciones bajo estudio muestran una gran diversidad. Es posible que provengan de una población muy pequeña, la que sobrevivió a las campañas de sacrificio, y el aislamiento del área puede ayudar a explicar este resultado.
El estudio revela, entre otras cosas, que estos perros tienen una esperanza de vida de unos 4 años y una tasa de mortalidad del 60% en el primer año, a pesar de que se benefician de la presencia humana en la zona y consiguen comida, agua y atención médica. Según la Iniciativa de investigación de perros de Chernóbyl, que se estableció en 2017 en respuesta al aumento significativo de la población de perros, actualmente hay más de 800 perros en la zona de exclusión.
Puedes apadrinar un perro en la zona y dar dinero para apoyar a los voluntarios que se comprometen con su cuidado a través de programas como el Programa de adopción virtual, que la organización Futures Foundation introdujo en 2019. La guerra ha suspendido temporalmente este programa.
Lo cierto es que el estudio científico no se atreve a ir tan lejos y asegura que, a pesar de las evidencias de que las radiaciones pueden provocar mutaciones en el ADN de los organismos vivos. También señala que hay poca información sobre los efectos a largo plazo de la dosis de exposición a la radiación. Algunas reacciones y titulares no han dudado en vincular la anomalía genética recogida en la investigación con la exposición a la radiación. En otras palabras, dado que la exposición a la radiación de los perros participantes no se tiene en cuenta ni se mide en el estudio, sería peligroso e incorrecto vincular sus cambios genéticos particulares y sus peculiaridades con el accidente radiactivo del sitio.
Fuente: National Geographic, 20Minutos.
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