En nuestro territorio hay un aumento en la prevalencia de diagnósticos de esteatosis hepática debido a una alimentación rica en carbohidratos y grasas de mala calidad, que es considerado uno de los factores más importantes en el desarrollo y progresión del hígado graso no alcohólico. La esteatosis hepática consiste en una acumulación excesiva de grasa en el hígado, incluso sin consumir bebidas alcohólicas. También debemos recordar que existe hígado graso debido al alcohol, que es uno de los trastornos hepáticos más comunes a nivel mundial.
La adopción negativa de la dieta occidental en Latinoamérica ha aumentado la prevalencia de esteatosis hepática debido a una alimentación rica en grasas trans, grasas saturadas, colesterol y azúcar. Esta dieta de alta densidad energética es el factor más importante que influye en el daño al hígado y puede llevar a una cirrosis hepática. Los pacientes obesos son más propensos a desarrollar esta enfermedad, pero también puede presentarse en personas delgadas con una dieta inadecuada y pobre en fibra. Ser delgado no es sinónimo de ser saludable.
Para mejorar la condición del hígado graso, es necesario seguir una dieta baja en calorías, especialmente en carbohidratos simples y grasas saturadas. La pérdida de peso debe ser gradual, a un ritmo de 1 kg por semana, y siempre bajo supervisión nutricional. El tratamiento nutricional es esencial desde el diagnóstico de la enfermedad y debe ser coordinado con otras especialidades médicas, como la medicina interna y la nutrición. Si la enfermedad no se trata a tiempo, puede progresar a un carcinoma hepatocelular. Por lo tanto, es importante que los pacientes reciban una evaluación conjunta por parte de especialistas en gastroenterología y hepatología.
La hepatitis grasa es una condición en la que el hígado se engruesa debido a la acumulación de grasa. La mayoría de las personas con esta condición no tienen síntomas, pero es importante estar alerta si se presentan signos como la hepatomegalia, fatiga y dolor en el hipocondrio derecho. Las personas con sobrepeso u obesidad, sedentarismo, resistencia a la insulina, niveles elevados de triglicéridos, colesterol total y LDL, y diabetes tipo 2 son más propensas a desarrollar esta condición. La dieta, el ejercicio y la pérdida de peso son la base del tratamiento. La alimentación debe ser individualizada, restringiendo los carbohidratos de alto índice glucémico y aumentando el consumo de alimentos ricos en fibra, pescado de mar abierto, nueces y semillas. También se recomienda elegir café pasado sin azúcar, lácteos fermentados y sin azúcares añadidos, y planificar la alimentación del hogar con anticipación para acceder a alimentos nutritivos y preparar platos balanceados.
La práctica de ejercicio de intensidad y fuerza como caminar o hacer ejercicios por lo menos 150 minutos por semana es importante para mantener una buena salud. Además, es necesario tener apoyo tanto del sector público como privado para fomentar patrones alimentarios saludables y proteger los sistemas de alimentación locales y nacionales. Los productos ultraprocesados tienen un alto contenido calórico y bajo valor nutricional y deben ser limitados. La obesidad, causada por una alimentación inadecuada, es una de las principales causas de muerte en la mayoría de los países debido a enfermedades como enfermedades cardiovasculares, diabetes, hígado graso no alcohólico e incluso cáncer. Por lo tanto, es importante proporcionar una nutrición adecuada a las células hepáticas para su funcionamiento normal.
Fuentes: El Universo, Mayoclinic
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