TERAPIA GÉNICA LOGRA CURAR A 10 DIEZ "NIÑOS BURBUJA"

 Los llamados "niños burbuja" son niños que padecen inmunodeficiencias combinadas graves, conjunto de dolencias genéticas en las que la función de los linfocitos B y T está alterada. Consecuentemente, corren el riesgo de sufrir infecciones de todo tipo desde los primeros meses de vida, afectando esto a su desarrollo y llegando a provocarles la muerte si no se tratan. 

En la mayoría de las veces, en estos casos, se realiza un trasplante de células madre hematopoyéticas de la médula ósea, de una persona sana y compatible, que formarán los diferentes elementos celulares de la sangre. No obstante, este proceso puede ser peligroso, causando la muerte en algunas ocasiones. A esto hay que sumarle el riesgo al rechazo inmunitario, que debe controlarse con medicación. Debido a esto, en los últimos años se han desarrollado diferentes estrategias de terapia génica buscando contar con una opción curativa más segura. Algunos de estos novedosos tratamientos han podido curar a niños con ciertos tipos de inmunodeficiencia graves.

Científicos de Estados Unidos han presentado en la revista The New England Journal of Medicine una nueva terapia génica para aquellos niños que sufren específicamente una inmunodeficiencia combinada grave, que se da en uno de cada 35.000-50.000 nacimientos, causada por la deficiencia de la proteína Artemis (ART-SCID). Esta está causada, a su vez, por mutaciones en el gen DCLRE1C, que afecta a la síntesis de la proteína, y, por tanto, a la funcionalidad de linfocitos T y B. Las células inmunitarias de aquellos que la sufren dejan de ser efectivas a la hora de luchar contra microorganismos y demás agentes extraños al cuerpo humano. Estos pacientes, además, responden mal al trasplante de células madre, por lo que la terapia génica supone un gran avance para ellos.

Esta terapia génica se evaluó en un ensayo clínico de fase 1-2 en el que participaron 10 infantes recién diagnosticados de ART-SCID por cribado neonatal, de forma que aún no habían sufrido los efectos de esta, menores de 5 años. Al principio, se administró a todos dosis bajas de un medicamento (busulfán) que disminuye la la intensa producción de células sanguíneas de la médula ósea. Hay que destacar que en este estudio se pautó únicamente un 25% de la dosis habitual de busulfán ya que las células administradas eran células de los propios pacientes, haciendo el riesgo de rechazo mínimo.

Después, se inyectó a los niños sus propias células madre hematopoyéticas, caracterizadas por el marcador CD34, que habían sido extraídas y modificadas genéticamente antes en el laboratorio para incorporar el gen DCLRE1C sin mutaciones. Esto último se consiguió mediante el uso de vectores derivados de lentivirus, que introdujeron el gen al infectar a las células. Tras llevar a cabo el tratamiento se realizó un seguimiento de, como mínimo, un año en todos los pacientes, que llegó a ser de más de dos años en seis de ellos en la fecha de publicación de dicho estudio.

En todos los niños con ART-SCID que recibieron esta terapia génica se consiguió que se diera la producción de linfocitos T y B funcionales con la versión sin mutaciones del gen DCLRE1C. Concretamente, los investigadores detectaron la producción de glóbulos blancos a los 42 días de la administración de las células madres y la de los linfocitos T y B entre las 6 y 16 semanas. En la mayoría de los casos se necesito una única administración de las ya mencionadas células madres. Uno de los casos fue la excepción, el paciente, que sufría una infección persistente por citomegalovirus antes de recibir la terapia génica, necesitó una más.

Se observó también, como afecto adverso, una destrucción de glóbulos rojos por autoinmunidad en cuatro de los pacientes, pero esta se resolvió con el tiempo.

Cinco de los seis niños a los que se les hizo un seguimiento de al menos dos años tuvieron una
recuperación completa de inmunidad de linfocitos T en una media de 12 meses. Y, cuatro de estos seis, poseían una función completa de los linfocitos B también. No tuvieron que continuar por lo tanto con el tratamiento estándar (inmunoglobulina) para combatir las infecciones y pudieron recibir las vacunas infantiles adecuadas por su edad.

Tras cierto tiempo, todos ellos comenzaron a llevar una vida normal, sin tener que tomar medidas especiales para protegerse de los microorganismos. Tampoco padecían las típicas infecciones repetidas en el tiempo debido a la inmunodeficiencia. Estos pacientes presentan una evolución mucho más favorable que la que se da en otros que no han recibido la terapia, pero sí un trasplante de células madre hematopoyéticas, casos en los que la recuperación de los linfocitos B puede no ser completa. 

Hasta el momento, todos los niños están sanos, aunque será necesario prolongar el seguimiento para asegurar que se han curado por completo de la inmunodeficiencia que padecían y no parecen efectos adversos inesperados.

Este tipo de terapia génica en la que se "corrige" a las células con el gen defectuoso para así curar esta inmunodeficiencia grave en los niños puede aplicarse en otras enfermedades genéticas similares y, puede ser que, en los próximos años aparezcan nuevos estudios que muestren la curación de pacientes afectados por ellas.

Fuentes: Investigación y Ciencia y ABC

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