Aunque hayan pasado algunos años aún resuenan en nuestra memoria las palabras confinamiento y pandemia. A día de hoy no está claro cual fue el origen de la pandemia, si fue algo natural por una zoonosis o un accidente en un laboratorio de alta seguridad.
Sería importante saber el origen para, conociendo el pasado, prevenir en el futuro, pero posiblemente nunca lo sabremos.
Sería importante saber el origen para, conociendo el pasado, prevenir en el futuro, pero posiblemente nunca lo sabremos.
Lo que debemos tener en cuenta son las amenazas que a día de hoy existen y que puedan provocar otra pandemia. Hay científicos y datos que apuntan en este sentido. Mencionemos algunos ejemplos.
El aumento de la población mundial provoca la necesidad de tener cada vez más alimentos disponibles lo que nos lleva a tener más superficies dedicadas al cultivo y la ganadería así como una explotación desmesurada de los recursos naturales (combustibles, agua,…) provocando que los humanos y la vida silvestre estén en un contacto muy estrecho lo que nos acerca nuevamente a una zoonosis.
En relación con lo anterior, y para concretar, durante los últimos años el virus de la gripe A H5N1 ha generado brotes epidémicos entre aves que han obligado a sacrificar millones de pollos en granjas avícolas. En los últimos meses se están informando de casos de infección entre nutrias y visones de granja. Más alarmante es la aparición de cientos de leones marinos muertos.
Otro posible origen de una futura pandemia está en el calentamiento global (nuevamente sobreexplotación de recursos) que provoca la desaparición de los hielos árticos de los cuales podrían surgir microorganismos que entraran en contacto con seres vivos que los desconocen y que se convierten en vulnerables. Estos seres vivos podrían ser animales (como los leones marinos mencionados antes) o directamente el ser humano. En este sentido se están realizando investigaciones en el lago Hazen de Canadá, que es el lago situado más al norte de este país.
Pero no todas las amenazas provienen “del entorno natural”. Hay científicos, políticos y cuerpos de seguridad que están cada vez más preocupados por el bioterrorismo. Tanto les preocupa que la Interpol le ha dado una definición: “liberación intencional de agentes biológicos o toxinas con el propósito de dañar o matar a humanos, animales o plantas con la intención de intimidar o coaccionar a un gobierno o población civil para lograr objetivos políticos o sociales”. Para bien o para mal existe mucha información sobre microorganismos y su posible manipulación genética (técnica CRISPR) que es de bajo coste y relativamente fácil de hacer. ¿Qué pasaría si un grupo terrorista o radical liberase o se le escapase uno de estos patógenos genéticamente modificados? Esto es imprevisible. Pero puede ser que no haga falta ni eso. Por ejemplo, la bacteria del ántrax puede encontrarse de forma natural en la tierra y puede infectar a animales y al ser humano.
Estas son solo algunas de las situaciones potenciales de futuras pandemias. Pero ¿qué se puede hacer para evitarlas o, al menos, minimizar sus consecuencias? Por una parte, tener un sistema mundial de vigilancia epidemiológica por otra potenciar la investigación y evitar la sobreexplotación. No obstante, todo esto conlleva la cooperación internacional en todos estos aspectos a pesar de las diferencias culturales, políticas y económicas de los países.
El aumento de la población mundial provoca la necesidad de tener cada vez más alimentos disponibles lo que nos lleva a tener más superficies dedicadas al cultivo y la ganadería así como una explotación desmesurada de los recursos naturales (combustibles, agua,…) provocando que los humanos y la vida silvestre estén en un contacto muy estrecho lo que nos acerca nuevamente a una zoonosis.
En relación con lo anterior, y para concretar, durante los últimos años el virus de la gripe A H5N1 ha generado brotes epidémicos entre aves que han obligado a sacrificar millones de pollos en granjas avícolas. En los últimos meses se están informando de casos de infección entre nutrias y visones de granja. Más alarmante es la aparición de cientos de leones marinos muertos.
Otro posible origen de una futura pandemia está en el calentamiento global (nuevamente sobreexplotación de recursos) que provoca la desaparición de los hielos árticos de los cuales podrían surgir microorganismos que entraran en contacto con seres vivos que los desconocen y que se convierten en vulnerables. Estos seres vivos podrían ser animales (como los leones marinos mencionados antes) o directamente el ser humano. En este sentido se están realizando investigaciones en el lago Hazen de Canadá, que es el lago situado más al norte de este país.
Pero no todas las amenazas provienen “del entorno natural”. Hay científicos, políticos y cuerpos de seguridad que están cada vez más preocupados por el bioterrorismo. Tanto les preocupa que la Interpol le ha dado una definición: “liberación intencional de agentes biológicos o toxinas con el propósito de dañar o matar a humanos, animales o plantas con la intención de intimidar o coaccionar a un gobierno o población civil para lograr objetivos políticos o sociales”. Para bien o para mal existe mucha información sobre microorganismos y su posible manipulación genética (técnica CRISPR) que es de bajo coste y relativamente fácil de hacer. ¿Qué pasaría si un grupo terrorista o radical liberase o se le escapase uno de estos patógenos genéticamente modificados? Esto es imprevisible. Pero puede ser que no haga falta ni eso. Por ejemplo, la bacteria del ántrax puede encontrarse de forma natural en la tierra y puede infectar a animales y al ser humano.
Estas son solo algunas de las situaciones potenciales de futuras pandemias. Pero ¿qué se puede hacer para evitarlas o, al menos, minimizar sus consecuencias? Por una parte, tener un sistema mundial de vigilancia epidemiológica por otra potenciar la investigación y evitar la sobreexplotación. No obstante, todo esto conlleva la cooperación internacional en todos estos aspectos a pesar de las diferencias culturales, políticas y económicas de los países.
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